viernes 18 de abril de 2025 - Edición Nº64

El Bardo de Siempre | 15 abr 2025

SIN AGUA, SIN ESCRITURAS, SIN PACIENCIA

Sed de justicia: vecinos de Los Coirones toman las oficinas de Di Tullio

Llegan en autos viejos, en motos, algunos a pie. Son las doce y el cielo plomizo derrama una lluvia fina, que empapa los papeles que llevan en las manos. Se van juntando en la entrada del edificio de oficinas con un único reclamo: que se cumpla un contrato que pagaron de buena fe. Hace una semana dejaron de llevarles agua. No tienen servicios, ni escrituras, ni tampoco el municipio ejecuta la garantía firmada para que los vecinos tengan paz.


Por: Bache3000

Y para colmo, la lluvia. Son las doce del mediodía y doscientas familias se amontonan frente a un edificio de oficinas en el centro. Llegaron en autos, en motos, algunos a pie, dejando atrás sus trabajos, sus obligaciones, para estar aquí, reclamando lo que ya pagaron hace diez años.

"No nos vamos a ir hasta que no venga Di Tullio", dice una danmificada. Hay determinación en sus palabras. Y hartazgo. Todo pretendía ser un sueño. Pero no.

Son doscientas familias reunidas frente al edificio donde funciona la empresa del desarrollador Gabriel Honrado Di Tullio. El nombre suena a ironía: honrado. Hace una década les vendió unos terrenos en Los Coirones con la promesa firmada de llevar agua y construir pluviales. Diez años después, siguen esperando que salga una gota de sus canillas.

"Es por el loteo de Coirones, faltan entregar escrituras, agua, obra de gas entre muchas otras cosas... la lucha interminable para tener algo que pagamos legalmente", expresa con indignación otro vecino, mientras se seca la frente mojada por la lluvia. Sus palabras capturan la esencia de un reclamo que se extiende ya por una década.

"Pedí permiso en el trabajo para estar acá", suspira una danmificada mientras intenta proteger su celular de la lluvia para mostrarme fotos de su terreno. "¿Ve? Ahí tengo los cimientos desde hace cuatro años. ¿Cómo voy a construir si no hay agua? Y ahora los materiales cuestan tres veces más. Nos fundió."

La lista de incumplimientos es interminable: cordón cuneta inexistente, calles a oscuras sin alumbrado, extensión de cañerías que nunca se realizó, agua potable que brilla por su ausencia, pilares sin colocar, soterrado pendiente, badenes que figuran solo en los planos. Un barrio fantasma en el papel.

El 26 de febrero pasado, los vecinos de las cooperativas Barrios Coirones y Colinas del Este fueron al Concejo Municipal. Les prometieron que si Di Tullio no cumplía con las obras al vencerse la prórroga, ejecutarían la garantía: unos terrenos en Villa Lago Gutiérrez. Pero el plazo pasó y las autoridades municipales miran para otro lado.

"La única forma que los vecinos tenemos de hacer todas las obras que faltan es que ejecuten este convenio, pero el municipio no lo hace", explican con frustración. Se refieren al artículo 4to del convenio firmado con la municipalidad, donde figuran específicamente estas parcelas como garantía.

"Actualmente nos traen agua en camiones", explica otra vecina, que decidió unirse al reclamo. "Y muchas veces no se le puede decir que es agua lo que traen. Viene turbia, con olor." Hace una semana que ni siquiera llega el camión. Doscientas familias sin una gota.

El mediodía avanza y la lluvia amenaza en la calle. La gente se apretuja en las oficinas del desarrollador. Deberían estar trabajando, atendiendo sus negocios, cuidando a sus hijos. Pero están aquí, obligados a reclamar lo que por derecho ya les pertenece, porque nadie más lo hace por ellos.

"Di Tullio llamó a concurso de acreedores", comenta otro por ahí ."¿Cómo va a cumplir con las obras si está fundido? Y el intendente Walter Cortés aparece en fotos con toda esta gente que está denunciada por estafas."

Los rumores corren entre quienes esperan: que si Di Tullio aparecerá a las dos, que si mandará un representante, que si ya se fugó. Nadie lo sabe con certeza.

La historia se repite con diferentes nombres en distintos rincones del país: desarrolladores que prometen, funcionarios que miran para otro lado, y familias que siguen soñando con tener su casa propia mientras se les escurre entre los dedos, como la lluvia que cae sobre sus cabezas.

A las dos y cuarto, una camioneta estaciona cerca al edificio. Gabriel Di Tullio baja tranquilo, impoluto, y avanza hacia la entrada, rodeado por las miradas de doscientas familias que llevan diez años de sed. Mientras camina, no mira a los ojos de nadie.

Lo que viene después es previsible: promesas nuevas para tapar las viejas, plazos que reemplazan a los incumplidos, palabras que intentan apagar el fuego de diez años de espera. Pero el agua, esa que debería correr por las cañerías de Los Coirones, sigue brillando por su ausencia.

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