

Por: Bache3000
Hace una semana, cuando este medio publicó que la Hormigonera se iba a paralizar en invierno, el intendente salió con explicaciones difusas: "no es que vamos a parar la hormigonera, sino que vamos a mandar a los que trabajen en la planta a limpiar las costas". No dijo a qué costas. Tal vez pensaba mandarlos al Caribe.
Cuando mostramos lo obvio, mandó traer a una empresa para arreglar la hormigonera rota, Agreteq: los motores de la zaranda, por ejemplo. Para ser nueva, ya se rompió como cuatro veces. Una máquina nueva que se rompe cuatro veces en menos de dos años no es una máquina nueva: es un problema crónico disfrazado de solución.
Entiéndase así que en un año y medio de gestión lleve apenas pavimentada dos cuadras completas, y otras dos hasta la mitad. Un ritmo que haría que la tortuga de la fábula parezca Usain Bolt.
Lo central aquí es el costo: este medio se tomó el trabajo de medir las cuadras pavimentadas, para calcular el costo que pagamos todos. Y, oh sorpresa, las dos calles terminadas dan un valor de 600 mil pesos el metro cúbico. Esto sin contar los costos fijos.
Después, hicimos algo muy simple, que cualquier ciudadano hace cuando construye su casa: pedir presupuestos a empresas locales que proveen este material: el promedio en tres empresas consultadas nos da un valor de 300 mil pesos el metro cúbico.
Traducción al cristiano: con mucha pérdida de tiempo, costos fijos, y mantenimiento, el municipio hace menos por el doble de precio que lo haría una empresa privada. Todo a costa del contribuyente, claro.
Por si fuera poco, la instalación de todo el ecosistema de la planta hormigonera salió hasta el momento 1.200 millones de pesos en total. Un monto que, por lo visto, no incluyó una garantía que funcionara.
Desde que llegó, casi nunca funcionó. Pero sí tuvo sus costos fijos de mantenimiento: salarios de contratados, arreglos, arena, ripio, cemento, más las instalaciones y el mantenimiento de camiones mixers (seguros, combustible). Toda una estructura alrededor de la hormigonera, que demostró con creces que es usada, y que nunca tuvo una garantía oficial: por eso se rompió tantas veces, y por eso tuvo que venir una empresa que no es la fábrica original a arreglarla.
La planta cuenta con siete contratados entre operadores, ayudantes de albañilería y técnicos. Algunos ya renunciaron. La suma de salarios de marzo a mayo asciende a más de 26 millones de pesos. Y esto es apenas la punta del iceberg.
El último arreglo de la hormigonera costó un millón de pesos solo en alojamiento y comida para los técnicos. Los trabajos de electricidad para el tablero seccional y conexión de la planta sumaron otros 2 millones. Y esto es solo lo último. Durante los 7 meses de funcionamiento intermitente (llegó en octubre), los costos operativos en salarios, arreglos recurrentes, mantenimiento de equipos y servicios básicos superaron los 90 millones de pesos.
Lo revelador: los contratos de los operarios efectivamente terminan a fines de mayo, lo que indica que la planta permanecerá cerrada, y que no tendrá el acopio de material que el intendente señaló en su reciente inauguración. Una más en la larga lista de promesas sin cemento.
Hace pocos días, el intendente inauguró dos cuadras completas de pavimento, luego de un año y medio de gestión. (Lo que dijo que era fácil en camapaña). Esto ocurrió luego que este medio denunciara que semejante inversión del Estado —además, cuestionadísima— se paralizara sin producir nada. Con resultados irrisorios.
Ese día, en la inauguración, su discurso cambió: en el invierno, cuando no se pueda pavimentar, van "a preparar el material para el verano". ¿Lo va a guardar en dónde? ¿En freezer municipal?
Lo cierto es que ese mismo día, desde el municipio informaron que cada cuadra había salido unos 100 MILLONES de pesos. Lo dijeron casi como se grita un gol de Messi ante Francia. Un festejo que nos cuesta caro.
Las cuentas son simples:
La planta de hormigón municipal no es una obra pública: es una metáfora perfecta de cierta gestión estatal. Una estructura cara, ineficiente, que se rompe continuamente, que cuesta el doble que su alternativa privada y que produce un cuarto de lo que debería.
Si la municipalidad hubiera contratado directamente a empresas privadas, tendríamos el doble de calles pavimentadas, o las mismas calles a mitad de precio. Pero claro, no habría cintas para cortar ni discursos para dar. Ni contratos para firmar.
Mientras tanto, cada vez que pase por esas dos cuadras flamantes, recuerde: no está pisando asfalto. Está pisando billetes. Los suyos.