lunes 19 de mayo de 2025 - Edición Nº95

Yo no lo voté | 18 may 2025

ANÁLISIS

Candidatos vs. Partidos: La metamorfosis de la representación política

Las ciudades brillan de colores falsos cuando falta poco para octubre. Nos obsesionamos con los carteles. Con las frases hechas. Con los políticos que cada vez representan menos a la gente y más a sus aparatos, a sus punteros, a sus propios intereses.


Por: Bache3000

Estamos en otoño de 2025. El viento de cambio que sacudió Argentina dos años atrás parece haber perdido fuerza. La cita es el 26 de octubre. Renovación parcial del Congreso Nacional: 127 bancas de diputados y 24 de senadores en juego. El país estrenará la boleta única papel. Pero la verdadera revolución no está en el formato del voto sino en lo que representa.

Y Río Negro, como otras siete provincias, renovará sus tres senadores. Y dos de sus diputados.

En el bar de la esquina de Morales y Elflien, hay un tipo que habla mientras toma un fernet. Tiene 45 años, trabaja en turismo. "Ya ni voy a votar", dice. "¿Para qué? Siempre los mismos perros con distintos collares". Los números le dan algo de razón: en las municipales de Río Negro apenas votó el 48% del padrón. Y muchos de los candidatos que se perfilan para octubre, están en sus cargos hace más de 16 años.

Los que estudian estas cosas dicen que la baja participación favorece a los aparatos, a las estructuras consolidadas. Los militantes, los punteros, los comprometidos siempre van. Son los desencantados los que faltan.


En el Senado, Río Negro pone tres bancas en juego: las de los kirchneristas Martín Doñate y Silvina García Larraburu, más la de Mónica Silva de Juntos Somos Río Negro, el partido del gobernador Alberto Weretilneck.

El peronismo tiene dos tercios del paquete accionario. Y los quiere mantener.

Pero García Larraburu "no le cierra a nadie", dice un operador peronista de Viedma. "Lo dicen todos". Lo importante es otra cosa: "Tiene atados los lazos nacionales y la firma del partido".

Esa es la clave de todo. Más que el candidato, importa su red de conexiones. El partido como marca. Como sello de goma. Como estructura que te ampara y te contiene.¿Debates importantes? no están. Y no de ahora, de hace mucho.


En Juntos Somos Río Negro, Natalia Almonacid, Juan Pablo Ferrari, Juan Pablo Muena "empezaron a moverse" como suplentes en un partido de futbol al costado de la cancha. No tanto para posicionarse ellos, sino como para mostrar al partido en movimiento. Un partido vivo es un partido con chances.

El gobernador Weretilneck lidera, poniendo el cuerpo junto a Walter Cortés, Andrea Confini, Marcela Abdala. Esta última "muestra importantes diferencias con Cortés", me cuenta una fuente cercana al gobierno provincial. Pero todos se mueven bajo el mismo paraguas partidario.


En la vereda libertaria, hay tironeos permanentes. Lorena Villaverde "es la que peor imagen tiene de todos", según encuestas privadas, "pero logró estar firme y hacerse de la conducción del partido".

La diputada nacional muestra un busto de Javier Milei en su oficina como quien exhibe una reliquia religiosa. El culto a la personalidad es la nueva religión política.

Aníbal Tortoriello, ex intendente de Cipolletti, quiere ser candidato libertario. En 2023 quedó segundo como candidato a gobernador por Juntos por el Cambio, con casi 24% de los votos. Ahora sueña con la ola libertaria.

Pero hay un problema.

En la LLA no lo quieren. Su estilo individualista, dicen. Pero lo cierto es que todos los del partido armaron el partido para ser ellos, y no uno que venga de afuera.

Por fuera va Ariel Rivero, que "en cada lugar que se presenta, saca 15 puntos". Y podría ser mucho más "si hace una buena campaña lejos de La Libertad Avanza".

Un dirigente local lo grafica de Bariloche: "Los votos no son del partido, son de las personas. Cada vez más. Y eso vuelve locos a los aparatos".


Hace dos décadas, Argentina vivió el paso de los partidos de masas a los partidos de comercialización de candidatos. Fue con la explosión de la TV y el cable en manos de monopolios informativos. Los partidos dejaron de ser espacios organizadores de los sectores sociales para convertirse en maquinarias de marketing.

Ahora, la política pasa cada vez más por el territorio digital y menos por la experiencia física, por la presencia. No es que esto último no importe, sino que no es definitorio en la construcción de la opinión.

El problema es que muchos políticos creen que con poner fotos y videos en una red social ya es suficiente. Y no. Ahí también se juegan las ideas, los valores, y la forma de conectar con la sociedad.

La sociedad detecta rápido a quienes se muestran posando. "Estoy haciendo algo", dicen las fotos.


El PRO provincial, con encuestas pagadas por ellos mismos, "trata de meterse en la pelea". Pero tienen un problema existencial: no hay figuras que midan.

Juan Martín, presidente del partido en Río Negro, perdió su principal apoyo cuando Patricia Bullrich "se fue del PRO y ahora es libertaria". Esto debilita su posición. "Si va solo ya sabe que no será una gran elección".

En la sede partidaria, un militante histórico me lo resumió perfecto: "Las segundas marcas nunca funcionaron bien. ¿Para qué votar una segunda marca?".


El sistema político argentino pasó de vivir de partidos a vivir de marcas personales. Pero esa ecuación cambia según la elección. Para las legislativas nacionales, el partido puede valer más que el candidato. Para las locales, no.

Esa contradicción se siente en Río Negro. Los candidatos sin brillo propio pero con el sello partidario correcto llegan al Congreso. Luego de cuatro años, se van tan desconocidos como cuando ingresaron.

Otros, aún siendo figuras menores, forjaron vínculos nacionales tan fuertes que fue lo único que importó: servir bien a los espacios políticos nacionales fue la garantía de su continuidad.

Durante un tiempo esa fórmula funcionó. Pero es uno de los puntos más reclamados por el electorado: los diputados y senadores representan más a sus estructuras y figuras nacionales que a quienes emiten el voto.

Es una mirada inteligente del electorado, mucho más inteligente que la propia dirigencia que elige no cambiar y ser un mero martillo ejecutor.

Mientras camino por las orillas del Nahuel Huapi, pienso que es la perfecta metáfora: las aguas claras de la democracia, cada vez más turbias por los intereses que se depositan en el fondo.

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