martes 20 de mayo de 2025 - Edición Nº96

Bache Investiga | 19 may 2025

LA FICHA LIMPIA Y LA CAJA SUCIA

Dale, hablemos de Navtour

La Municipalidad de Bariloche pagó un millón de dólares a una empresa por daños a una estación de servicio que nunca funcionó. Un juicio que se dejó caer misteriosamente, abogados que eran socios de ambas partes, montos sin justificación y una concejal del PRO -Samanta Echenique - que intenta explicar con frialdad técnica lo que huele a escándalo. La anatomía de un caso donde el dinero público se esfumó sin que nadie asuma responsabilidades.


Por: Bache3000

La plata se fue. Como agua entre los dedos, como arena en el viento. La plata —que nunca es cualquier plata, que siempre es la plata de alguien— se esfumó con la elegancia de un truco de magia visto demasiadas veces. Un millón de dólares. Así, con todas sus letras: un millón de dólares que salieron de las arcas municipales rumbo a los bolsillos de una empresa fantasma llamada Navtour. Una empresa con una estación de servicio que nunca funcionó, que nunca bombeó un litro de combustible, que nunca tuvo siquiera los permisos necesarios para existir. Pero que, de alguna manera profundamente argentina, consiguió que le pagaran por un supuesto daño que nadie se molestó en medir.

"La empresa discute administrativamente una baja de oficio, la vía administrativa se agota con la denegatoria de un recurso de nulidad y jerárquico en subsidio", dice Echenique en su Instagram, con la frialdad de quien lee un prospecto médico. Lo que no dice es que detrás de esa "baja de oficio" hay una empresa que nunca cumplió con los requisitos básicos para funcionar. Una empresa fantasma. Un negocio de papel que jamás sirvió un solo litro de combustible pero que ahora, mágicamente, merece compensación millonaria.

Es difícil, acá, no pensar en Cortázar: aquello de "lo fantástico se instala en lo cotidiano". La fantasía, en este caso, tiene forma de expediente. La concejala Samanta Echenique —PRO, defensora de causas nobles como la Ficha Limpia— publicó en Instagram una cronología aséptica, quirúrgica, un relato de los hechos tan limpios que parecen esterilizados: el recurso administrativo, la sentencia judicial, la apelación que se cayó, la indemnización, los pagos. Todo en orden. Todo prolijo. Como si contar los hechos sin adjetivos los volviera inocentes.

Pero el diablo, ya sabemos, se esconde en los detalles.

"Como la apelación no fue fundada el recurso de apelación se declara desierto y la sentencia queda firme", escribe la concejala con la neutralidad de un parte meteorológico. Pero los temporales no surgen de la nada. Porque lo que Echenique no cuenta —y es curioso, qué detalle para olvidar— es que el juicio se cayó porque alguien lo dejó caer. No fue un accidente, un imprevisto, una distracción. Fue una decisión. Y no cualquier decisión: una decisión de la gestión de Walter Cortés, con sus abogados Mike Dominguez y Yanina Sánchez a la cabeza. El mismo Dominguez que —oh, casualidad— resulta ser socio del apoderado de Navtour, Damián Vila. Y ambos, por si fuera poco, habían sido testigos a favor de la empresa en ese mismo caso. Qué pequeño es el mundo cuando conviene.

¿Es necesario dibujar el mapa? El abogado que defiende a Cortés, y recibió los juicios pendientes de la Municipalidad (en la transición de Gobierno) era socio del abogado que representaba a la empresa que reclamaba. En cualquier facultad de Derecho esto tiene nombre: conflicto de intereses. En la calle tiene otro nombre, más corto.

"La Municipalidad el 02/10/24, acuerda en mediación con la empresa un monto de USD900000, en 6 cuotas, más USD90000 para el profesional que intervino en el contencioso administrativo y la mediación", relata Echenique con la precisión de un contable. Lo que no explica es cómo se llegó a esa cifra. Porque la cronología fría omite un detalle fundamental: que el juicio se dejó caer no implicaba automáticamente que hubiera que pagar un peso. Ningún juez determinó jamás el monto de esa supuesta indemnización. Ningún perito calculó el daño. Nadie midió, tasó, evaluó. Se acordó —entre amigos, podríamos pensar— que el monto era de un millón de dólares. ¿Por qué esa cifra? ¿Por qué no dos? ¿Por qué no cincuenta millones? ¿Por qué no un peso con cincuenta? Misterio.

Es como si usted, querido lector, chocara su auto y el otro conductor le exigiera cinco millones de dólares. Y su abogado, que resulta ser amigo íntimo del otro conductor, le recomendara pagarle la mitad sin siquiera revisar los daños. ¿Lo haría? Probablemente no. Pero si el dinero no fuera suyo sino de los contribuyentes, tal vez la moral se volvería más elástica.

"La sentencia deja sin efecto las resoluciones municipales y manda que se continúe con el expediente administrativo", cuenta Echenique, como quien narra un programa de cocina, paso por paso. Pero olvida el ingrediente principal: la estación de servicio de Navtour, esa estación fantasma, nunca funcionó. Nunca tuvo habilitación nacional. Y los propios informes del expediente dicen que no estaba en condiciones de operar. ¿Cómo se calcula el daño por no poder hacer algo que nunca podrías haber hecho? Es como si yo demandara a la NASA por no llevarme a Marte. Absurdo. Pero acá pagaron.

Y luego está el timing, ese arte de hacer las cosas en el momento justo. "El 10/04/25 se efectiviza la primer cuota de 8", anota Echenique en su cronograma impecable. Lo que no menciona es que el pago se concretó apenas tres días después de que el Concejo Deliberante pidiera frenar todo el procedimiento. La urgencia es sospechosa cuando se trata de gastar y curiosamente escasa cuando se trata de controlar.

¿Y qué hay del abogado Luciano Stella, que todavía no presentó factura para cobrar? ¿Le sobra el dinero o está esperando a ver si la marea baja y las piedras quedan a la vista?

"Mi mirada es totalmente técnica y basada en conocimiento jurídico", explica Echenique, con ese tono de quien quiere distanciarse del barro. Y agrega: "atento el acuerdo existe, fue ratificado en Comisión de Transacciones y tiene principio de ejecución, LAS CONSECUENCIAS de dar marcha atrás con la ratificación serían MÁS GRAVOSAS".

La pregunta, entonces, sería: ¿más gravosas que entregar un millón de dólares por nada? ¿Más gravosas que un procedimiento donde todos los controles fallaron? ¿Más gravosas que la sospecha de connivencia entre quienes debían defender intereses contrapuestos?

Echenique se pregunta, filosófica, si habría "una causa visible que pueda definir su nulidad". La pregunta correcta sería: ¿hay algo en este caso que no sea sospechoso? Porque lo que brilla aquí es la ausencia: ausencia de controles, de pericias, de justificaciones, de pudor.

Lo que tenemos es un millón de dólares menos. Un millón de razones para dudar. Un millón de preguntas sin respuesta. Y una concejala del PRO —ese partido que levanta la bandera de la transparencia— explicando con frialdad de forense cómo se consumó lo que huele, desde lejos, a tufo.

"Todas las acciones que lleve adelante están ORIENTADAS AL RESPETO DE LA SEGURIDAD JURÍDICA Y DE LA INSTITUCIONALIDAD", concluye Echenique con mayúsculas de indignación. Curioso concepto de institucionalidad el que permite que el dinero público se escurra por las alcantarillas de la desidia, bajo la mirada impasible de quienes deberían protegerlo. Curioso concepto de seguridad jurídica el que ampara negociados entre amigos con plata ajena.

En Bariloche, mientras tanto, la nieve cae. Silenciosa. Blanca. Inmaculada. Como debería ser la gestión de los fondos públicos. Como no fue.

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