viernes 30 de mayo de 2025 - Edición Nº106

El Bardo de Siempre | 29 may 2025

UN DESASTRE ANUNCIADO

El municipio reconoció que tapó las cloacas del pavimento en 9 de julio

Hay cosas que solo pasan en Bariloche. Cosas que te hacen preguntarte si estás viendo una película de Capusotto o si realmente vivís en una ciudad donde pagan sueldos a funcionarios que parecen haber aprendido planificación urbana jugando al Tetris con los ojos vendados. El secretario de obras, señaló que se taparon "consciente inconscientemente".


Por: Bache3000

La cosa es así: el municipio pavimentó la avenida 9 de Julio. Pavimentó, qué palabra hermosa. Suena a progreso, a modernidad, a esas cosas que los intendentes aman inaugurar con corte de cintas y fotógrafos. El problema —porque siempre hay un problema cuando el poder hace cosas— es que se les ocurrió pavimentar encima de las tapas de las cloacas. Así nomás. Como quien pone una alfombra sobre un pozo.

Jorge Quilaleo, que es el subsecretario de Obras Públicas, salió a dar explicaciones en Canal 6. Y ahí empezó el festival del absurdo que tanto nos gusta a los argentinos, esa mezcla perfecta de incompetencia y cinismo que caracteriza a nuestros funcionarios.

"No es grave", dice Quilaleo. "Se taparon inconscientemente o conscientemente", agrega, porque claro, hay que cubrir todas las opciones: o el tipo era un idiota o era un hijo de puta. Tercera opción no hay.

Pero acá viene lo mejor: echaron al trabajador. Al trabajador, no al que planifica, no al que supervisa, no al que debería saber que las cloacas existen y que, por lo general, es conveniente poder acceder a ellas. No. Echaron al peón, al que hace lo que le dicen, al que probablemente cobró dos mangos por tapar lo que le dijeron que tapara.

El intendente, mientras tanto, había llevado a Daniel Scioli y al mismísimo gobernador Alberto Weretilneck a inaugurar el pavimento. Fotos, prensa, vecinos aplaudiendo. El progreso llegó a Bariloche, señores. Con tapas de cloacas incluidas en el precio, como regalo de la casa.

Cien millones de pesos por cuadra costó ese pavimento, según informó la municipalidad. Cien millones que ahora habrá que romper, porque resulta que las cloacas siguen ahí abajo, escondidas como tesoros enterrados, esperando que alguien las encuentre con mapa de la CEB incluido. Porque claro, ahora hay que llamar a la CEB, que es quien sabe dónde están las bocas de las cloacas que ellos mismos taparon.

Pero lo más delirante viene cuando Quilaleo explica su filosofía de gestión: "Es nuestra responsabilidad que eso esté, cómo no sé, pero tienen que estar". Cómo no sé. ¿No es esta una declaración de principios? ¿Cómo no va a importar el cómo? ¿De dónde sacan los áridos? ¿A qué precio? ¿Con qué planos? No importa, dice el funcionario, lo importante es que esté. Como si gobernar fuera cuestión de voluntad pura, como si las obras públicas fueran actos de fe.

"Somos humanos", agrega Quilaleo, con esa frase que se ha vuelto el mantra de todo funcionario que mete la pata. Somos humanos, como si la humanidad fuera sinónimo de pelotudez, como si ser humano te diera derecho a tapar cloacas sin consecuencias.

El apuro de los tiempos políticos, dicen las fuentes municipales. El intendente quería inaugurar, quería mostrar, quería hacer política con cemento fresco. Y en ese apuro se olvidaron de un detalle menor: coordinar con los organismos competentes. Porque para qué coordinar cuando se puede improvisar, cuando se puede hacer las cosas a las apuradas y después culpar al trabajador.

El concejal Facundo Villalba, pidió que los costos de romper y volver a hacer corran por cuenta del intendente. Que pague de su bolsillo el que siempre dice que los gastos de los errores deben correr por cuenta de los funcionarios responsables. Lógico, ¿no? Pero no, la lógica es un bien escaso en estos pagos.

Y mientras escribimos esto, pensamos en ese trabajador echado, en esas tapas enterradas esperando ser desenterradas, en esos cien millones por cuadra que se van a convertir en doscientos cuando haya que romper y rehacer. Pensamos en Bariloche, esta ciudad hermosa donde a veces pasan cosas tan grotescas que dan ganas de reír para no llorar.

Porque al final, acá en el sur del mundo, donde los lagos son eternos y los políticos son temporales, las cloacas siempre terminan saliendo a la superficie. Aunque las tapen con pavimento, aunque las escondan con inauguraciones, aunque echen a los trabajadores para salvar el pellejo. Las cloacas siempre vuelven. Y con ellas, el olor a mentira que caracteriza a estos tiempos donde gobernar se ha vuelto sinónimo de improvisar mal.

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