

Por: Bache3000
Walter Cortes firma con la mano derecha y se rasca la frente con la izquierda. Es 27 de mayo de 2025, San Carlos de Bariloche, y acaba de cerrar para siempre la posibilidad de que alguien -desde adentro del municipio- le pregunte por qué pagó casi un millón de dólares a una estación de servicios que nunca existió.
La historia es perfecta: tiene todo lo que una historia argentina necesita para ser perfecta. Tiene plata que desaparece, funcionarios que se hacen los distraídos, abogados que juegan para todos los equipos y una lógica tan retorcida que ya parece normal. Normal: esa palabra que usamos cuando algo es tan absurdo que explicarlo sería más absurdo todavía.
Los concejales habían pedido que se anulara el pago. Leandro Costa Brutten, Facundo Villalba, Julieta Wallace y Roxana Ferreyra pusieron el grito en el cielo, como se dice, aunque el cielo en Bariloche está siempre nublado y los gritos se pierden entre las montañas. El caso de los concejales de Juntos Somos Río negro y el PRO, es otra larga historia, pero no firmaron el pedido para que un millón de dólares de recursos de los barilochenses, se esfume por nada. Casi el 10% del presupuesto municipal mensual, hecho humo en una mediación, sin juicio, sin nada que dertermine algún daño.
Dijeron, los concejales, que todo estaba mal: que a) cómo se paga en dólares cuando el presupuesto es en pesos, que b) cómo se hace una mediación sin mediador que firme, que c) cómo se transfiere plata sin saber bien a qué cuenta, que d) cómo se hacen acuerdos con "graves irregularidades formales como sustanciales" -esa frase maravillosa que dice todo y no dice nada.
Dijeron también -y esto es lo mejor- que no había ninguna sentencia que obligara al municipio a pagar nada a nadie. Que la famosa Navtour S.A. había tenido habilitación para funcionar apenas ocho meses, de mayo a diciembre de 2020, pero que alguien había calculado los supuestos daños como si hubiera funcionado 65 meses. La matemática argentina: donde ocho es igual a sesenta y cinco si conviene.
Dijeron que la empresa nunca había funcionado, nunca había vendido un litro de nafta, nunca había existido más que en los papeles y en la imaginación de sus dueños. Pero que igual había que pagarle porque sí, porque alguien lo había decidido en alguna oficina con aire acondicionado mientras afuera la gente hace cola para cargar combustible en las estaciones que sí existen.
La Comisión de Transacciones Municipal -nombre que suena a algo serio pero que es tres tipos sentados alrededor de una mesa- decidió pagar 900.000 dólares a Navtour S.A. y 90.000 más a un tal Dr. Luciano Stella por honorarios. Casi un millón de dólares por una estación de servicios que nunca funcionó.
La comisión la integran Walter Cortes (intendente), Gerardo del Río (presidente del Concejo) y Estanislao Cazaux (presidente del Tribunal de Cuentas). Tres nombres, tres cargos, tres firmas para que desaparezca un millón de dólares. En Argentina, todo se hace en trío: el tango, el asado y el manejo de fondos que se van sin juicio ni funcionamiento de la empresa que reclama.
En fin...
Pero la historia tiene su twist, como dicen ahora: los abogados que defendieron a Navtour contra el municipio son los mismos que asesoran al municipio. Mike Domínguez, abogado del intendente. Damián Vila, apoderado de la empresa. Los dos son socios en el mismo estudio y ambos fueron testigos en favor de la empresa, para que le gane al municipio. Los dos después asesoraron al Estado para que le pague a Navtour.
Pero nada de eso fue importante para que se intente ser transparente en este caso, y al menos, se contratara a un perito para que diga que todos los barilochenses (representados por el Estado) habíamos perjudcado en algo a esta empresa.
Es como si tu abogado divorciador también fuera el abogado de tu ex. Como si el defensor en un juicio por robo también fuera el fiscal. Como si todo fuera una obra de teatro donde los actores cambian de personaje según la escena pero el público se hace el boludo y aplaude igual.
Cortes contestó a los concejales con la paciencia de quien explica algo obvio a alguien muy lento. Dijo que a) no hay sentencia que condene al municipio (cierto), que b) el acuerdo se hizo según las reglas (discutible), que c) la empresa fue perjudicada por el municipio (dudoso), y que d) ir a juicio habría salido más caro (imposible de saber).
Ah, ese último argumento: ir a juicio habría salido más caro. El intendente dice que era mejor pagar casi un millón de dólares ahora que arriesgarse a que un juez decidiera cuánto había que pagar después. Pero, un momentito: si no hay sentencia que condene al municipio, si la empresa nunca funcionó, si no se perdió nada porque no había nada que perder, ¿de dónde sale ese "más caro"?
Acá viene lo más hermoso de todo: el intendente reconoce que no existe sentencia judicial que condene al municipio al pago de daños a favor de Navtour. Lo dice él, textual. Entonces, si no hay condena, si no hay daño probado, si la empresa nunca funcionó, ¿por qué carajo se paga casi un millón de dólares?
La respuesta es de una sencillez que asusta: porque los que tenían que evaluar si había daños son los mismos que representaban a la empresa que pedía la plata. Porque los que tenían que calcular cuánto se había perdido son los mismos que iban a cobrar por el acuerdo. Porque en Argentina, el conflicto de intereses no es un problema: es un método de trabajo.
¿Y quién va a controlar que todo esto esté bien? Los mismos que lo decidieron. ¿Y si algún concejal protesta? Se le dice que no entiende, que es muy complicado, que mejor se ocupe de los pozos en las calles. Que pone palos en la rueda.
Con su resolución del 27 de mayo, Walter Cortes cerró para siempre la discusión administrativa. Ya no se puede pedir nada, ya no se puede revisar nada, ya no se puede decir nada desde adentro del municipio. El caso ahora es solo judicial.
Los concejales pueden seguir protestando, pero es como gritar en el desierto: hace ruido pero no cambia nada. El intendente puede seguir argumentando que todo se hizo bien, pero es como explicar que el agua moja: verdad tan obvia que ya no importa.
Y mientras tanto, en algún lugar de Bariloche, hay un terreno vacío donde nunca hubo una estación de servicios pero donde el Estado municipal perdió casi un millón de dólares. No se perdió: se lo llevaron. Que no es lo mismo, aunque el resultado sea igual.
En Bariloche, mientras tanto, la gente sigue haciendo cola para cargar nafta en las estaciones que existen. Y Walter Cortes sigue siendo intendente. Y todo sigue igual, que es la forma argentina de cambiar: hacer que todo cambie para que nada cambie.
Pero esa ya es otra historia.