sábado 14 de junio de 2025 - Edición Nº121

Datita Cultural | 13 jun 2025

CONOCELO

Del aserradero abandonado a una nueva Fábrica de Cultura: el proyecto que busca transformar la costanera

Un joven arquitecto propone convertir los galpones históricos del Centenario en un centro cultural que integre arte, historia y naturaleza, recuperando un patrimonio industrial olvidado de los años '30


Por: Bache3000

En las orillas del lago Nahuel Huapi, donde hoy solo quedan *galpones de piedra abandonados* y estructuras que el tiempo y el olvido fueron carcomiendo, un joven arquitecto barilochense imagina un futuro diferente. Maximiliano Pardo desarrolló como proyecto de tesis una propuesta que busca transformar radicalmente la costanera del Centenario: la Fábrica de Cultura del Centenario, un ambicioso centro cultural que rescataría del abandono las ruinas del histórico aserradero de Parques Nacionales.

El sitio elegido no es casual. Entre las décadas de 1940 y 1960, estos galpones de piedra caliza fueron el corazón de una intensa actividad industrial. Construido en los años '30 por el inmigrante italiano Pedro Longaretti, junto a Primo Capraro, el aserradero fue testigo del crecimiento de Bariloche y del trabajo de quienes forjaron la identidad de la ciudad. Hoy, esas mismas paredes de piedra que vieron pasar décadas de historia permanecen como fantasmas arquitectónicos en uno de los rincones más privilegiados de la ciudad.

La propuesta de Pardo va mucho más allá de la simple recuperación patrimonial. "No se trata solo de preservar un edificio, sino de poner en valor su carga simbólica", explica el arquitecto, quien desde el inicio de su formación sintió la necesidad de que su proyecto final tuviera "un anclaje personal, emocional y territorial" con su ciudad natal.

El proyecto aprovecha la marcada topografía del terreno, con un desnivel de 8 metros respecto a la avenida principal y 3 metros hacia la costa del lago. Esta condición geográfica, lejos de ser un obstáculo, se transforma en una oportunidad: el edificio se adapta a la pendiente para jerarquizar visuales y permitir una transición gradual entre el tejido urbano y el paisaje lacustre.

La arquitectura propuesta es profundamente simbólica. Una espina dorsal actúa como elemento articulador, organizando los flujos y conectando las diferentes funciones. A cada lado se despliegan dos volúmenes complementarios: uno que dialoga con la playa integrando lo natural y lo arquitectónico, y otro orientado hacia la avenida que acompaña la escala urbana.

El programa funcional se organiza en tres grandes áreas: difusión cultural para exposiciones y eventos públicos, formación cultural con talleres y aulas de libre acceso, y un área de interés cultural que albergaría contenido patrimonial y espacios de interpretación histórica. El antiguo aserradero sería conservado y resignificado como núcleo identitario del proyecto, donde las paredes de piedra cargadas de historia dialogarían con tecnologías constructivas contemporáneas.

La propuesta surge del análisis de una problemática concreta. Bariloche cuenta con una red cultural compuesta por once espacios distribuidos en distintas zonas de la ciudad, que incluye manifestaciones artísticas como danza, música y artes visuales. Sin embargo, la falta de infraestructura vial adecuada provoca una desconexión entre estos espacios, reduciendo su convocatoria tanto para residentes locales como para turistas.

"Descubrí una red diversa, pero también encontré una falta de conexión real entre los espacios culturales", reflexiona Pardo. "Las distancias, la fragmentación y la carencia de espacios multifuncionales dificultan su acceso y limitan su potencial de integración".

La justificación del proyecto trasciende lo arquitectónico. La Fundación Huella Patagónica ha expresado públicamente su interés en que se concrete un centro cultural que sea "una alternativa turística original que combine el disfrute y la cultura", además de dar espacio a un Centro de Interpretación del Parque Nacional que actualmente no existe.

Desde el punto de vista ambiental, la intervención busca frenar el crecimiento desmedido de edificaciones en el recorrido costero. La propuesta no solo actuaría como remate al recorrido sobre la costa, sino que también establecería parámetros urbanísticos que limitarían el desarrollo de torres de viviendas, preservando el carácter natural del entorno.

El proyecto incorpora estrategias sustentables contemporáneas: paneles fotovoltaicos, cubiertas verdes, recolección de aguas pluviales, ventilación natural cruzada y amplias superficies vidriadas que maximizan la iluminación y calefacción pasiva.

El espacio público exterior tiene igual importancia que la arquitectura construida. Se definen tres áreas principales: un espacio central que funciona como plaza cívica y remate del recorrido costero, un área urbana vinculada a la avenida que opera como antesala, y un espacio costero de mayor valor paisajístico que articula naturaleza, arquitectura y recreación.

Para Pardo, este trabajo representa "mi manera de contribuir, desde lo que sé y lo que soy, al desarrollo cultural, social y urbano de la ciudad que me vio crecer". La Fábrica de Cultura se erige como un acto de resistencia poética frente a la fragmentación urbana y al olvido patrimonial. Frente a una ciudad que crece hacia la dispersión, propone recentralizar la vida comunitaria alrededor de un lugar con historia.

"Ya no como fábrica de piedra o madera, sino como fábrica de vínculos, de sentidos y de futuros posibles", define el arquitecto. Es una propuesta que honra la memoria sin miedo a transformarla, que devuelve vida a un lugar dormido y que plantea una nueva manera de habitar el borde costero barilochense: más inclusiva, más comprometida, más viva.

El proyecto, que forma parte de los trabajos desarrollados en la cátedra PA5 de la Universidad Nacional de Río Negro, se inserta en un plan maestro más amplio que proyecta el crecimiento de la ciudad hacia el Este, integrando barrios residenciales, espacios educativos y de salud vinculados a través de un parque lineal que conecta el parque tecnológico con este nodo cultural junto al lago.

La pregunta que guía toda la propuesta es si es posible establecer un equipamiento público en un terreno de relevancia histórica que proporcione a la ciudad la capacidad de albergar y revitalizar prácticas culturales, funcionando como elemento culminante en el paseo costero y mejorando la integración entre el entorno construido y natural.

La respuesta, al menos desde el papel y la imaginación arquitectónica, parece ser un rotundo sí. Ahora resta saber si Bariloche está dispuesta a transformar sus ruinas en futuro.

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