

Por: Bache3000
Todo el mundo miraba al Cerro Catedral como si fuera el oráculo de Delfos esperando la revelación suprema: ¿115 mil pesos o no? ¿Sube, baja, congela, derrite? Como si en esos números estuviera cifrado el destino turístico de Bariloche, como si esa cifra fuera la llave maestra que abriría o cerraría las puertas del paraíso patagónico. Pero resulta que la realidad, esa cosa terca que se niega a simplificarse, es bastante más compleja que una discusión sobre el precio de un pase de esquí.
Porque mirá, digamos que conseguiste el milagro: el pase a 115 mil pesos. Perfecto. Ahora contame cómo llegás hasta ahí. El pasaje de avión te cuesta entre 400 y 600 mil pesos por persona, sin equipaje, en la aerolínea más barata. Sin equipaje, ¿eh? Como si fueras a esquiar en cuero. Y eso si tenés suerte y conseguís lugar, porque los vuelos están llenos de brasileños que vienen a vivir el sueño de la nieve argentina, esa nieve que este año brilla por su ausencia.
Una vez que aterrizaste en el aeropuerto, te das cuenta de que el pase de esquí era apenas el aperitivo del banquete de precios que te espera. Un auto de alquiler te sale entre 53 y 90 mil pesos por día. Por día. Y si preferís el Uber para ir del cerro al centro, preparate para soltar 30 mil pesos por viaje. Treinta mil pesos para moverte en una ciudad que podés recorrer en bicicleta si no fuera porque en invierno la bicicleta se congela.
Pero lo mejor viene después, cuando tenés que dormir. En los alrededores del Cerro Catedral, seis noches te cuestan entre 1,8 y 2,5 millones de pesos para dos personas. Y eso no es cinco estrellas, eh. Es hospedaje común y silvestre. Si querés algo mejor, los precios trepan hasta los 3,7 millones. Y si realmente te querés dar el gusto, hay ofertas "promocionales" de 4.200 dólares la semana, que antes costaban 7.100 más IVA. Una ganga, claramente.
Alejándote del cerro, los precios bajan a números que parecen más terrenales: entre 45 y 230 mil pesos por día para dos personas. Que multiplicado por seis días te da entre 270 mil y 1,4 millones. Como si fuera una lotería al revés: siempre perdés, solo que a veces perdés menos.
Ah, pero antes de comer tenés que esquiar, ¿no? Y para eso necesitás equipos. Que cuestan 78 mil pesos por día. Por día. Como si los esquíes fueran de oro macizo o tuvieran incorporado un GPS que te lleva directo a la nieve que no hay.
Y después tenés que comer, claro, porque esquiar con el estómago vacío no es recomendable. La canasta básica turística en Bariloche anda entre 150 y 250 mil pesos por día para una pareja. Las excursiones van de 80 a 150 mil pesos por persona. Un café con medialuna, 5 mil pesos. Una parrillada para dos, 50 mil. Los vinos arrancan en 20 mil y pueden llegar a 120 mil en algunos restaurantes, porque al parecer el frío patagónico vuelve más caro el malbec.
Entonces ahí te das cuenta de que el famoso pase de 115 mil pesos es como preocuparse por el precio de la entrada al teatro cuando el taxi para llegar te cuesta más que la función. Es como discutir el precio del café cuando el desayuno completo te sale una fortuna.
El problema es que Bariloche, como el resto de Argentina, está viviendo en una economía que se volvió cara respecto al mundo. El dólar no ayuda, la inflación tampoco (aunque esté más estable), y encima este año la nieve decidió tomarse vacaciones prolongadas. Competir con otros destinos de nieve del mundo con estos precios es como jugar al fútbol con una pierna atada.
Porque la competitividad de un destino turístico no se mide solo por el precio de una atracción, por más importante que sea. Se mide por toda la cadena de valor: desde que el turista decide venir hasta que se va. Y en esa cadena, el pase de esquí es apenas un eslabón, y no necesariamente el más caro.
Así que mientras todo el mundo miraba al Cerro Catedral esperando que bajara o mantuviera el precio del pase, la realidad es que la competitividad se estaba jugando en todos los otros precios, en toda esa maraña de costos que convierten unas vacaciones en la nieve en un ejercicio de alto riesgo financiero.
El pase del esquí a 115 mil pesos puede estar perfecto. Pero si llegar hasta ahí, alojarse, moverse, comer y pasarla bien te cuesta una fortuna, entonces la discusión sobre la competitividad quedó corta. Como siempre pasa cuando creemos que los problemas complejos tienen soluciones simples.
Y en medio de todo esto, aparece Lato Denoya diciendo que "no le había gustado cómo se había resuelto el precio del pase" y pidiendo que "deberíamos haber estado todos pensando cómo enfrentar juntos esta temporada". Una frase que suena a sensatez pura en medio de un debate que se volvió tribal. Porque cuestan los acercamientos, ¿no? Cuesta admitir que el otro puede tener parte de razón. Cuesta sentarse a hablar cuando es más fácil marcar la cancha desde las trincheras.
El problema es la falta de liderazgo político para acercar posiciones en lugar de fomentar el choque. Porque mientras unos y otros se tiran piedras por el precio del pase, los turistas hacen cuentas y se dan cuenta de que tal vez sea más barato irse a esquiar a Chile, o a Europa. O por qué no Brasil, o a cualquier otro lado donde vacacionar no sea un lujo de millonarios y donde el hospedaje no cueste lo mismo que un salario mensual.