

Por: Bache3000
En un video que se viralizó en redes sociales, una mujer le preguntaba al intendente: ¿Por qué no hay tablero comunitario en el barrio? Se murió una nena que no tiene piernas. Esa es la pregunta que se hace después de cada muerte, después de cada incendio, después de cada tragedia que se repite como un disco rayado en esta ciudad que crece como puede y donde puede, sin plan, sin norte, sin Estado.
Y la pregunta, más que la pregunta por el tablero (porque el incendio no tuvo raíces eléctricas), es una pregunta por la presencia del Estado. Y ahí, ya no hay una respnsabilidad exclusiva de este gobierno, sino de todos los anteriores. Tanto municipales, provinciales, y nacionales.
Los tableros comunitarios son una política pública. Los despliega el Instituto Municipal de Tierras y Viviendas en coordinación con la Cooperativa de Electricidad Bariloche. Es la forma precaria —pero menos peligrosa que colgarse de los cables— de llevar luz a los lugares donde el Estado llega tarde y mal. Si hubiera habido tablero comunitario, tal vez no se hubiera prendido fuego la salamandra que di inició al desastre. O mejor: si hubiera habido Estado, no hubiera habido toma, hubiera habido un barrio,calles, bomberos, gas, dignidad.
El incendio no tuvo causas eléctricas. Pero eso no es el punto. El punto es la ausencia total del Estado. No de este gobierno, no del anterior, sino de todos los gobiernos que han pasado por Bariloche en las últimas décadas. Todos van a estar de acuerdo en el diagnóstico: Bariloche es un quilombo hace años. Pasan las gestiones, y ese quilombo se arregla un poco o nada. Pero el tiempo sigue pasando, la población crece, y la demanda de tierras, servicios y pavimento también aumenta.
No es novedad que Bariloche crece sin planificación. Encima, de forma extensiva: cada vez ampliando más la circunferencia, haciendo que la llegada de los servicios sea más cara para el Estado y para los vecinos. Esto, va dejando afuera de la posibilidad de acceso a cada vez más sectores de la población. Y además, generando una olla a presión sobre la tierra, que no tiene parámetros urbanísticos, y donde la única política que se genera esconde detrás algunos negocios que nunca terminan de estar claros.
Y lo peor: nadie quiere dar este debate. No es redituable electoralmente. No lo saben dar.
Entonces claro: la tierra para comprar vale 35 mil dólares como barato. Los alquileres se llevan el 70% promedio del salario de una persona. Y acá viene otro tema: en Bariloche hay poca tierra disponible, rodeada como está de lagos y montañas, y esa poca tierra tiene que competir entre el uso residencial para los que viven acá y el uso turístico. Los hoteles, las cabañas, los complejos de esquí se quedan con los mejores terrenos, con vista al lago, cerca del centro. Eso encarece todo, porque cuando hay menos oferta y más demanda, los precios se van al carajo. Al final, los trabajadores terminan viviendo cada vez más lejos, en tierras cada vez más jodidas, en tomas donde no llegan los servicios.
Esto implica que ningún asalariado tenga capacidad de poder ahorrar para comprar un terreno de los valores actuales, y luego construir. No hay forma.
Pero claro, en algún lado la gente tiene que vivir. La toma es una respuesta a este quilombo que es el negocio de la tierra. Y ojo, tomar tierras está mal. Que sea un negocio, no. Pero cuando sólo se convierte en un negocio, y no existen políticas que planifiquen crecer —no sólo de forma extensiva— con un plan de precios, con zonas urbanas, y con inversiones al servicio del desarrollo, bueno, llegamos a que todos los años tengamos muertos por incendios.
No hubo ni un solo gobierno municipal que no haya lamentado pérdidas humanas, desde Marcelo Cascón para acá. Ni uno. En general los que mueren son menores, o personas que no pueden escapar del fuego. Los padres laburan, la vivienda no tiene condiciones óptimas de calefacción, y mientras los chicos están solos en casa, ocurre lo que viene ocurriendo desde hace años: alguien muere porque no puede escapar de las llamas.
Ayer no pudo escapar esta chica de 20 años, porque escapar en una silla de ruedas en un barrio que no está planificado como barrio, y no tiene calles ni veredas, si apenas luz, entonces no estamos viendo el problema de fondo.
Es el sistema de acceso a la tierra, a la vivienda, y por lo tanto a los servicios, lo que no funciona, lo que no hay. Hoy vemos el resultado de un largo proceso, que es ver a familias en una toma viviendo en condiciones que nadie merece.
¿Es posible bajo este modelo de tierra dolarizada y sueldos devaluados lograr que alguien pueda acceder a la vivienda? Es obvio que no.
El barrio 29 de Septiembre, por ejemplo, donde viven unas 400 familias, ya tiene proyecto técnico para la regularización con factibilidad aprobada, con financiamiento de Nación desde 2023, pero aún "no se concretó". Las gestiones para terminar con la lógica de los "colgados" y la facturación mediante tableros comunitarios están frenadas.
Porque la gente tiene que vivir, y la mayoría de las veces lo hace como puede, y en donde puede. No donde quiere y como quiere, sencillamente porque no hay un sistema de precios y planificación que lo permita.
En el 2 de Abril, donde murió esta chica ayer, las viviendas están ubicadas frente al hipermercado mayorista Diarco. Precarias construcciones en un sector conocido como Manzana 287. El fuego comenzó pasadas las 17 horas de este lunes 23, y las ráfagas de viento propiciaron el rápido avance de las llamas sobre las precarias viviendas. Viento y madera. Mala combinación. Y más con un Estado alejado de los problemas y la planificación, hace rato.
Cuatro familias se quedaron sin casa. Una joven se quedó sin vida.
Y mañana, cuando pase la conmoción, cuando se apaguen las cámaras y se enfríen las declaraciones, el quilombo va a seguir ahí. Esperando la próxima tragedia. Porque mientras la tierra siga siendo un negocio nada más y no un derecho (aunque haya que pagarlo), mientras el Estado siga llegando tarde y mal, mientras sigamos creciendo como podemos y no como deberíamos, va a seguir muriendo gente.
La próxima vez, capaz sea otro pibe. O una familia entera. Pero va a pasar, porque el quilombo sigue ahí, intacto, esperando.