

Por: Bache3000
La reunión fue en vísperas del aniversario provincial, con esa mezcla rara de protocolo y urgencia que tienen los encuentros cuando las cosas se ponen feas. Ahí estaban todos: intendentes radicales, peronistas, independientes. Y ahí, en la mesa principal, Walter Cortés, el intendente de Bariloche que gobierna por fuera de Juntos desde que se fue del PJ. Su presencia fue una confesión sin palabras: cuando las papas queman, las sutilezas se van al diablo.
Que Cortés estuviera sentado al lado del gobernador no pasó inadvertido para nadie. Es la muestra más clara de que a Juntos Somos Río Negro no le sobra nada y necesita de cualquier actor que pueda sumar algo. La parada electoral no es fácil, y cuando uno está en aprietos, los orgullos partidarios se vuelven un lujo que no se puede pagar. También estaba Pedro Dantas, también peronista, completando un cuadro que en otros tiempos habría sido escandaloso.
Porque lo que está pasando es que la política tal como la conocíamos se está desarmando. Weretilneck lo sabe y por eso convocó a esta especie de consejo de guerra donde admitió algo que pocos gobernadores se animan a decir: que por más que hagan, la gente no los ve, no los escucha, no los registra. Que hay una desconexión brutal entre lo que hacen y lo que la ciudadanía percibe.
Es el síntoma de una época. La misma en la que Javier Milei puede atacar sistemáticamente a toda la política y salir indemne, mientras los gobernadores e intendentes tienen que explicar cada peso gastado como si fueran criminales. La doble vara de la que habló el rionegrino: al presidente le festejan la motosierra, a ellos les exigen que mantengan los servicios con la mitad de los recursos.
La cosa va más allá de la economía, aunque los números que manejó Weretilneck son devastadores: siete millones de argentinos se fueron al exterior el año pasado, dos millones vinieron para acá. El turismo, que es una de las principales actividades de la provincia, está en crisis. La fruticultura, igual. La ganadería ovina, peor. La pesca, directamente parada. Como si el país hubiera decidido que no produce más nada que gas y petróleo.
Pero lo más inquietante es otra cosa: cómo se forma la opinión pública ahora. Weretilneck lo dijo sin eufemismos: los diarios, la radio y la televisión ya no son la fuente principal de información. La gente se informa por redes, por grupos de WhatsApp, por algoritmos que nadie controla. Y sobre los cuales hay que tener una estrategia y gente preparada. Entonces, es ir a una pelea en donde no tnés los jugadores que necesitas. Lo opuesto que pasa en la Libertad Avanza, que nace de ese proceso.
Es una guerra nueva, con reglas nuevas, y los políticos tradicionales están llegando tarde. Por eso Weretilneck habló de "militancia digital" y de cambiar el chip. Porque intuye que los grupos de compra y venta de Facebook tienen más llegada que el diario local, y que si no entienden eso, van a perder.
El panorama electoral que se viene es desolador para cualquier fuerza que no sea La Libertad Avanza o el peronismo duro. Weretilneck sabe que va a enfrentar a Milei por un lado y probablemente a Martín Soria por el otro. Dos candidatos "mediáticos y duros", como los definió, en una provincia que siempre privilegió el perfil bajo y la negociación.
La presencia de Cortés en esa mesa es la confesión del estado de situación. Que para sobrevivir hay que sumar a cualquiera que tenga algo que aportar, aunque venga de afuera, aunque no cincida en todo. Es el pragmatismo de la desesperación, o tal vez la inteligencia de entender que los tiempos cambiaron.
Pero también ve oportunidades. La fragmentación del peronismo, la ausencia de Cristina de las listas, la posibilidad de armar una coalición más amplia con todos los que priorizan lo provincial sobre lo nacional. Una alianza pragmática, menos ideológica, que junte a radicales, peronistas no kirchneristas, independientes y lo que quede de la centro-derecha no libertaria. Un frente antimilei, pero sin decirlo. Por otro lado, alentar las divisiones de los adversarios.
Es la apuesta de un político que entiende que el mundo cambió pero que no está dispuesto a claudicar. Que sabe que administrar una provincia en estos tiempos es caminar por la cornisa: con recursos que caen, demandas que crecen y un gobierno nacional que los ningunea. Que tiene que explicar por qué no puede dar aumentos salariales cuando la inflación baja pero los precios no, por qué no puede hacer obra pública mientras aplaude la motisierra nacional.
Río Negro siempre fue un laboratorio político. La provincia donde se ensayaron alianzas imposibles, donde convivieron radicales y peronistas, donde se construyó poder desde la moderación. Ahora es el lugar donde se pone a prueba si esa forma de hacer política puede sobrevivir a la era de la polarización extrema y las redes sociales.
La respuesta la vamos a tener en octubre, cuando se elijan senadores y diputados nacionales. Pero lo que pasó en esa reunión en vísperas del 70° aniversario provincial es revelador: por primera vez en décadas, un gobernador rionegrino tuvo que llamar a sus intendentes para explicarles cómo prepararse para la guerra. Y tuvo que sentarlos a todos en la misma mesa, sin importar de dónde vengan ni a qué partido pertenezcan.
Tal vez sea el final de una época. O tal vez sea el comienzo de algo nuevo. Lo único seguro es que nada va a ser como antes.