

Por: Bache3000
La política rionegrina se parece cada vez más a un western de serie B: todos desenfundan al mismo tiempo, nadie sabe quién va a quedar en pie, y los que miran desde la vereda de enfrente apuestan por el que menos los decepcione. Porque decepcionarlos van a decepcionarlos todos, eso ya lo tienen claro.
Pero algo cambió en el aire. Juntos y el peronismo se envalentonan al ver que La Libertad Avanza pierde en muchas provincias, que no son invencibles. Que el discurso antipolítica tiene fecha de vencimiento cuando llega la hora de gobernar de verdad, de gestionar presupuestos, de negociar con intendentes, de explicar por qué las obras no se terminan. La magia presidencial no alcanza para las elecciones de medio término, y todos lo saben.
Ahí está Silvina García Larraburu, senadora en las últimas, sacándose fotitos con Sergio Massa mientras los compañeros provinciales hacen malabares para construir una unidad que tambalea cada vez que alguien se saca un selfie. La foto —esa maldita foto— cayó como bomba en el peronismo provincial, que venía trabajando "muy fuertemente" para la unidad. Muy fuertemente, dicen.
La cosa es así: García Larraburu se queda sin banca, necesita reinventarse, y aparece coqueteando con Juntos Somos Río Negro como "una especie de amenaza velada". Amenaza a quién, por qué, para qué. Las preguntas de siempre en la política argentina, donde las amenazas son moneda corriente y las lealtades se negocian en cada elección. Pero ahora la amenaza tiene más peso porque huele a que La Libertad Avanza ya no es el cuco que espanta a todos los demás.
El peronismo provincial no le va a decir nada directamente —"no sea cosa que se ofenda", dijeron— pero van a ir corriendo a nivel nacional a que "ordenen desde arriba". Porque la unidad se reclama desde Buenos Aires, se proclama desde Cristina, desde Massa, desde Kicillof, y después cada uno hace lo que puede o lo que le conviene en su territorio. Es el federalismo argentino en su máxima expresión: todos hablan de unidad mientras cada uno juega su partida. Aunque ahora, con el libertario perdiendo fuelle, la partida se juega con menos miedo.
Del otro lado, La Libertad Avanza tiene sus propios problemas, que se multiplican cuando se dan cuenta de que ya no son los únicos que gritan en la cancha. Ariel Rivero se lanzó como candidato a senador y encendió todas las alarmas libertarias. Porque Rivero no es cualquier cosa: ya sacó el 13% cuando Milei vino a apoyarlo. Y en esta fragmentación electoral que se avecina, cada punto cuenta, cada voto duele. Pero más duele cuando sabés que los otros ya no te tienen tanto miedo.
Ahí está Lorena Villaverde esperando ser la primera candidata, Tortoriello con chances de seguir como diputado nacional, Juan Martín sonando para senador, Damián Torres para diputado. Nombres que se barajan como cartas en una mesa de póker, esperando que alguien defina quién va con quién y por qué. Pero las cartas ya no son tan buenas como antes, cuando ser libertario era sinónimo de estar del lado ganador.
La libertad avanza, sí, pero no necesariamente junta. Y cada vez menos lejos. Porque cuando hay que repartir candidaturas, las ideologías se vuelven más flexibles y los pragmatismos más evidentes. Y cuando el pragmatismo dice que ya no sos invencible, el discurso se vuelve más defensivo.
Y después está Juntos Somos Río Negro, "armando el ejército" para salir a competir. Qué expresión más honesta: armando el ejército. Porque de eso se trata, de una guerra con candidatos en lugar de soldados y urnas en lugar de trincheras. Pero ahora es un ejército que se arma con más confianza, sabiendo que el enemigo ya no es tan temible.
Ahí van a tener que lidiar con Martín Soria, que "se propondría por el peronismo" pero competiría en sus filas. Soria y Lorena Villalba, que son "bastante agresivos en su forma de comunicar", que es la manera elegante de decir que gritan más fuerte que el resto. Porque en estos tiempos, comunicar es gritar, y gritar es existir. Pero ahora pueden gritar un poco más fuerte, porque saben que del otro lado ya no gritan tanto.
Facundo López "pica en punta" para encabezar la lista, acompañado por Andrea Confini como candidata fuerte desde su lugar de secretaria de energía provincial.. Agustín Domingo suena para diputado, de todas formas, pero bajito. Y Pedro Pesatti, el vicegobernador, aparece "más relegado". En política, estar relegado es estar al borde del precipiocio. Pero al menos ahora pueden estar relegados sin temer tanto a la apisonadora libertaria.
Desde Bariloche, Juan Pablo Muena se postula para "representar a Bariloche" en la lista de diputados. Porque en la política argentina siempre hay que representar algo: a Bariloche, a los trabajadores, a las mujeres, a los jóvenes. Representar es la palabra. Y ahora representar parece tener más chances de éxito si a la LLA le va como en varias provincias.
Lo que se viene es "un escenario muy complejo", porque va a haber "mucha fragmentación" y "mucha imagen negativa de toda la política en general". Imagen negativa de la política en un país donde la política es el espectáculo nacional por excelencia. Todos la critican, todos la miran, todos participan de alguna manera. Pero la imagen negativa ya no es monopolio del antipolítico de turno.
En ese escenario, "cualquier porcentaje de 5 o 6 puntos va a ser un montón, va a definir la elección". Cada voto se vuelve oro, cada candidato cuenta, cada lista puede inclinar la balanza. Es la democracia en su versión más fragmentada: no gana el que más convence, sino el que mejor reparte los votos entre los demás. Y ahora todos saben que pueden ganar, que La Libertad Avanza ya no es el destino inevitable.
Y ahí están todos, en sus marcas, listos para una carrera que nadie sabe cómo va a terminar. Pero al menos ahora la carrera parece más pareja, menos predecible. Porque la política argentina —y la rionegrina no es la excepción— se parece cada vez más a un juego en el que las reglas se inventan sobre la marcha y los premios se reparten entre los que mejor saben adaptarse a la incertidumbre. Una incertidumbre que ya no tiene un solo color.
En sus marcas, listos. Que empiece la función. Una función donde todos pueden ganar, donde todos pueden perder, donde nadie es invencible. Que es, al final, como debería ser siempre.