jueves 10 de julio de 2025 - Edición Nº147

Sólo el vecino salva al vecino | 9 jul 2025

OH MY GOD

Las miserias del poder: crónica de un 9 de Julio en Bariloche

O cómo un intendente, dos locros y una senadora fugitiva retrataron la decadencia de la política argentina.


Por: Bache3000

El sol pegaba fuerte sobre el asfalto recién inaugurado de la calle 9 de Julio. Era uno de esos días donde la hipocresía política se vuelve más densa que el aire de montaña. Cortés, el intendente, estaba ahí parado con su discurso en la mano, sudando como un boxeador antes de subir al ring.

De repente, en medio de las palabras grandilocuentes sobre la independencia y las obras, se interrumpió. Había perdido la hoja del discurso. Qué hermoso momento: el hombre que dice tener todas las respuestas para la ciudad no puede ni mantener juntas las páginas de su libreto. La gente esperaba, algunos se reían por lo bajo, otros miraban el cielo como pidiendo clemencia divina.

Pero la cosa se puso mejor. Resulta que habían preparado dos locros. Uno para el intendente, el gabinete y los invitados importantes. Otro para la plebe, para los que habían venido a aplaudir. La segregación culinaria del poder, hermano. En este país hasta la comida tiene clase social.

Un vecino, inocente como un cordero rumbo al matadero, se acercó a pedir un plato del locro "bueno", el del intendente. Le dijeron que no, que ese era para los importantes. El tipo se quedó ahí, con cara de no entender nada, mientras los poderosos se llenaban la panza con guiso de primera clase. Bienvenido a la democracia argentina, donde hasta el locro tiene protocolo.

Cortés, mientras tanto, había recuperado su discurso y su compostura. Empezó a caminar entre la gente, agarrando pibes, alzándolos, bailando con ellos. Un periodista que estaba ahí se preguntaba en voz baja si era genuino o pura demagogia. ¿Importa? En este circo político, la diferencia entre la autenticidad y la actuación se perdió hace décadas.

La gente estaba contenta, hay que reconocerlo. Bailaron, cantaron, participaron de los momentos artísticos. Por un rato se olvidaron de que el pavimento nuevo no les va a pagar el alquiler ni les va a llenar la heladera. Pero bueno, el ser humano necesita sus pequeñas alegrías, sus migajas de felicidad.

Cortés largó una perla que resume todo: si no lo dejan hacer obras, se va. El ultimátum del poder. "O me dejan jugar como yo quiero o me llevo la pelota." Típico de estos tipos que creen que la ciudad es su juguete personal.

Los concejales de la oposición brillaron por su ausencia. Solo estaban los oficialistas, los que aplauden todo, los que asienten con la cabeza como muñecos de tablero. Una democracia de utilería, un parlamento de cartón.

Pero la frutilla del postre, la cereza del whisky barato, fue la senadora Silvina García Larraburu. Cuando un periodista le preguntó si iba a ser candidata, la mujer se dio vuelta y salió corriendo como si hubiera visto un fantasma. El periodista la siguió gritándole: "¡Pero si no venís nunca! ¡Cuándo vamos a hablar! ¡Sos una vergüenza!"

Ahí tenés el retrato completo de la política argentina: un intendente que pierde los papeles, dos locros para dos clases sociales, una senadora que huye de las preguntas y un pueblo que aplaude porque necesita creer en algo, aunque sea en un pedazo de asfalto nuevo. Ojo, también había muchos contratados municipales, que esta genstión ya tiene récord en la historia.

Al final del día, cuando se fueron los políticos y se llevaron el locro de primera clase, quedó la gente barriendo los restos de la fiesta. Porque así es esto: ellos se van con el estómago lleno y las promesas vacías, y nosotros nos quedamos con las migajas y la esperanza de que la próxima vez sea diferente.

Pero no va a ser diferente. Nunca es diferente. Solo cambian los nombres y las excusas, pero el locro siempre va a tener dos ollas: una para ellos y otra para nosotros.

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