

Por: Bache3000
Los empleados municipales, esos pobres aguantadores de todo, que se levantan cada mañana a lidiar con la burocracia más absurda del mundo y con la inoperancia del Ejecutivo, ya no pueden leer Bache3000 desde sus computadoras del trabajo. Alguien, en algún escritorio forrado de fórmica barata, decidió que era mejor bloquear el acceso que enfrentar la realidad.
Y nosotros que íbamos a decir que Walter Cortés tenía un aire a Brad Pitt. Pero bueno, se la pierden.
La cosa es así: cuando no podés hacer otra cosa, cuando ya no tenés argumentos, cuando las cartas documento no funcionan y los memes difamatorios quedan en ridículo, caes en lo más primitivo: la censura. Es como taparse los ojos pensando que así el mundo desaparece.
Pero resulta que los empleados tienen celulares. Y desde ahí pueden leer las noticias igual. Porque la información, como el agua, siempre encuentra su camino. Podés poner todos los diques que quieras, pero al final se filtra por las grietas.
Es revelador, ¿no? Ya no mandan cartas documento amenazantes. Ya no hacen memes difamatorios. Simplemente quieren hacer de cuenta que no existimos. Como si ignorar un problema lo hiciera desaparecer. Como si no mencionar los baches los rellenara mágicamente con asfalto nuevo.
Pero acá hay una verdad universal que cualquier dictadorzuelo de pueblo debería conocer: cuando prohibís algo, todos lo quieren más. Es la condición humana. Le decís a un niño que no toque el jarrón y es lo primero que va a hacer cuando te des vuelta. Le decís a un empleado municipal que no puede leer cierto sitio web y es lo primero que va a buscar en el celular durante el recreo.
Para nosotros, esto es publicidad gratis. Cada servidor bloqueado es un nuevo lector que se pregunta qué carajo estamos diciendo que tanto les molesta. Cada restricción es una confirmación de que estamos tocando donde duele.
Y mientras tanto, los baches siguen ahí. Los semáforos siguen parpadeando como luces de discoteca barata. La basura sigue acumulándose en las esquinas. El vertedro en su lugar, pese a las promesas. El tranvía, en camino eterno. Los barrios sin gas. Los recursos gastados de forma discrecional. Pero el municipio prefiere gastar tiempo y recursos en bloquearnos que en arreglar lo que realmente importa.
Es como si un médico, en lugar de curar la enfermedad, decidiera romper el termómetro para que no marque fiebre.
Así que ahí tienen, señores del municipio: su gran estrategia de comunicación consiste en taparse los oídos y cantar fuerte para no escuchar lo que no les gusta. Mientras tanto, la ciudad sigue siendo la misma, con los mismos problemas, pero ahora con el agregado de que sus empleados tienen que usar datos móviles para informarse.
Brillante. Realmente brillante.
Y Walter Cortés sigue sin parecerse a Brad Pitt, por si acaso.