

Por: Martín Pargade
"Los adolescentes nacieron en este mundo, son nativos digitales", explica Calfuquir, quien trabaja en las escuelas secundarias rionegrinas. Esta generación no conoce otro mundo que el actual, a diferencia de los adultos que pueden comparar épocas diferentes. "El mundo se desplazó de lo público a lo privado, está dentro de la casa, pero paradójicamente ese interior de la casa está transparentado a través de las redes sociales".
El fenómeno que describe el educador no es exclusivo de Bariloche. Se trata de un cambio global donde la violencia que antes se institucionalizaba en las "patotas" de barrio ha desaparecido, pero surge una nueva forma de agresión más vinculada al ámbito familiar y doméstico. "Ya no existe más lo que 20 años atrás denominamos las bandas o las patotas de los barrios", señala.
En el aula, este cambio de época se manifiesta de manera contundente. Los niveles de concentración de los estudiantes se han visto severamente afectados por su relación con las pantallas. "Las redes sociales han influido en la transformación de subjetividades en los estudiantes, de modo tal que tienen muy poco tiempo de atención. Ellos mismos lo reconocen", describe Calfuquir.
La cultura del entretenimiento permea todos los aspectos de la vida adolescente. Todo debe ser entretenido para captar su atención, desde los noticieros hasta las clases. El educador observa que los jóvenes se acostumbran a un "linkeo permanente", pasando de una pantalla a otra constantemente, lo que genera una aceleración enorme donde todo resulta efímero y se agota de inmediato.
"Me aburro" se ha convertido en una de las frases más escuchadas en las aulas. Esta realidad plantea un desafío pedagógico sin precedentes: cómo construir conocimiento cuando la atención del estudiante depende del entretenimiento y el cambio permanente de estímulos.
El problema se agrava porque los adultos, según Calfuquir, no transitan los mismos espacios virtuales que los adolescentes. "A veces escucho palabras dentro del aula que me dejan afuera, no sé de qué están hablando". Hay comportamientos vinculados a plataformas como TikTok que los docentes desconocen completamente, lo que genera una brecha generacional que va más allá de la edad.
Desde 2006, la nueva ley de educación cambió el paradigma: el estudiante dejó de ser objeto de derecho para convertirse en sujeto de derecho. Esto significa que cada uno tiene derecho a su propia trayectoria escolar, y la escuela debe garantizarlo. Sin embargo, esta individualización se enfrenta con una realidad compleja donde prácticamente todos los estudiantes requieren atención particular.
Los hábitos sociales también se han transformado. Muchos adolescentes se duermen muy tarde debido al uso de dispositivos, algunos están atrapados en juegos en línea, y hay casos vinculados a apuestas online, aunque Calfuquir aclara que en Bariloche aún no ha llegado masivamente este fenómeno.
La carencia afectiva emerge como un nuevo factor de vulnerabilidad que se suma a las históricas carencias materiales. El ritmo de vida actual, donde los adultos trabajan jornadas extensas, a menudo en múltiples empleos, deja poco espacio para el vínculo familiar. "Nos encontramos con estudiantes que están poco tiempo con adultos, y cuando están, también los adultos tienen un nivel de saturación y cansancio enorme", observa el docente.
En este contexto, los estudiantes "cada vez se van cerrando más hacia adentro" y hay pocos espacios de encuentro que generen condiciones para que puedan reencontrarse. La escuela debe atender a 30 estudiantes por hora, intentando abordar 30 individualidades distintas para construir saberes, con jóvenes que muchas veces expresan abiertamente su falta de motivación para aprender.
Para los sectores populares, el desafío es aún mayor. Aunque de a poco se logra que cada familia tenga su primera generación que termina la escuela secundaria, el acceso a estudios superiores sigue siendo una materia pendiente, agravada por la crisis económica actual.
Calfuquir plantea una reflexión controversial pero honesta sobre las redes sociales en sectores populares: "Las redes sociales terminan funcionando como un yunque". Considera que han generado "una desnudez enorme de las personas al punto de exponer sus emociones", creando una sociedad más frágil en contraste con la dureza que históricamente caracterizó a estos sectores para superar adversidades.
"En el barrio, por más que te largues a llorar dos horas y la heladera esté vacía, no se llena. Tenés que salir a laburar", explica con crudeza. Su preocupación es que esta nueva fragilidad emocional pueda obstaculizar los sacrificios necesarios para que los jóvenes de sectores populares accedan a la educación superior.
El educador no romantiza el pasado ni demoniza el presente, sino que busca entender una realidad en constante mutación. "Estamos viviendo en una sociedad líquida donde nada permanece, todo muta permanentemente", reflexiona, citando conceptos que algunos autores ya planteaban hace dos décadas.
Frente a este panorama incierto, Calfuquir concluye que más que buscar soluciones definitivas, el desafío actual es formular las preguntas correctas. "Como adultos, el mayor desafío que tenemos es entender que es probable que nos cueste mucho entender qué está pasando", reconoce con humildad.
La conversación sobre el uso del celular en las escuelas, que ya se está legislando en varias provincias, refleja la urgencia de encontrar respuestas. Pero como advierte el docente, no está claro si la prohibición sea la solución, especialmente cuando puede generar más atracción hacia lo prohibido.
En definitiva, la educación enfrenta el desafío de adaptarse a una generación que habita un mundo digital que los adultos no terminan de comprender, mientras intenta preservar la función esencial de la escuela: construir conocimientos y formar ciudadanos. Es un equilibrio complejo entre reconocer las nuevas realidades y mantener objetivos educativos que trascienden las modas tecnológicas.
La reflexión de Calfuquir invita a repensar no solo las metodologías pedagógicas, sino también el rol de los adultos como guías en un territorio inexplorado, donde las certezas del pasado no alcanzan para navegar las complejidades del presente.