lunes 04 de agosto de 2025 - Edición Nº172

El Bardo de Siempre | 3 ago 2025

QUÉ HACER

El Referéndum y el arte de cambiar la conversación

En medio de denuncias por irregularidades y un Concejo que le frena cada proyecto, el intendente Walter Cortés logró su primera victoria: cambiar la agenda política con un referéndum de legalidad cuestionada. La oposición enfrenta el dilema clásico de la democracia moderna: ¿cómo oponerse a "la voluntad popular" sin quedar como antidemocráticos? Mientras tanto, la ciudad que ya votó en 2023 por un gobierno fragmentado asiste a una operación que promete ser tan resbaladiza como efectiva.


Por: Bache3000

En esta ciudad enclavada entre lagos y montañas, donde la política suele ser tan caprichosa como el clima patagónico, asistimos a una operación de prestidigitación que habría enorgullecido al propio Houdini. Walter Cortés, el intendente que gobierna con la tenacidad de quien sabe que cada día puede ser el último, acaba de lograr su primer gran triunfo: que todos hablen de su referéndum. Y en política, como en el amor, quien logra imponer el tema de conversación ya ha ganado media batalla.

La jugada es tan audaz como discutible. Ante un Concejo Deliberante fragmentado que le frena cada iniciativa, ante denuncias que zumban como moscas en verano —Navtour, sobreprecios, funcionarios violentos—, el intendente decidió cambiar el tablero de juego. Si no puede gobernar con los concejales, gobernará sin ellos. O mejor dicho: por encima de ellos, apelando directamente al pueblo soberano.

Pero aquí es donde la cosa se pone interesante, porque la oposición se encuentra en el clásico dilema del político moderno: ¿cómo se opone uno a la democracia sin parecer antidemocrático? Es el dilema que enfrentan desde el silencioso JSRN hasta Facundo Villalba, pasando por las más decididas Julieta Wallace, Costa Brutten y Samanta Echenique. Todos coinciden en que el referéndum es una "aberración jurídica", pero nadie quiere cargar con el mote de "los que se oponen a que la gente elija".

La trampa está perfectamente diseñada. Si los concejales tumban el referéndum, Cortés podrá decir: "Yo quise consultarles a ustedes, pero ellos no me dejaron". Si el referéndum se realiza y tiene buena participación, será una validación de su gestión. Si la participación es baja, será la debacle. Pero las preguntas, como bien señala nuestro cronista, están estructuradas para que sea difícil oponerse. ¿Quién va a votar en contra de más pavimento, una pileta municipal o el servicio de Uber?

Es aquí donde aparece la figura de Ariel Rivero, ese "gaucho domador de potros" que en una entrevista televisiva les recordó a los periodistas oficialistas una verdad incómoda: "En mi primer mandato tenía minoría en el concejo. La política es diálogo, es consenso. Mi segundo mandato lo gané con el 80% de los votos". Del otro lado, silencio. Porque claro, es exactamente lo contrario de lo que sucede ahora.

La ironía es deliciosa: los proyectos que están frenados en el Concejo fueron presentados por los propios concejales del oficialismo, que no supieron —o no quisieron, o no pudieron— darles una pizca de razonabilidad. El caso Uber es paradigmático. ¿De qué sirve gritar contra la oposición obstruccionista si uno mismo presenta proyectos mal hechos?

Y acá, los concejales opositores no saben cómo trabajar en bloque. No saben qué hacer. Mucho candidato, poca estrategia.

Pero más allá de las chicanas y las maniobras, lo que está en juego es algo más profundo. Este referéndum, disfrazado de consulta popular, es en realidad un plebiscito sobre el estilo de gobierno. Cortés apuesta a que la gente prefiere un intendente que "hace cosas" —aunque sean jurídicamente dudosas— antes que un sistema político que privilegie los consensos y los controles institucionales.

La sociedad barilochense ya votó en 2023. Eligió un Concejo fragmentado, esa "ingobernabilidad" que tanto molesta al oficialismo. Pero quizás esa fragmentación no sea un bug del sistema democrático sino una feature: la forma que encontró la ciudadanía para que ningún sector concentre demasiado poder.

El referéndum puede darle aire al gobierno, es cierto. Pero como bien advierte nuestro analista, después vendrán los problemas judiciales, las propuestas que chocan contra la normativa, los derechos constitucionales pisoteados. Y sobre todo, la obligación de cumplir. Porque si se genera semejante movimiento electoral para validar estas propuestas, todos van a esperar que se cumplan. Todos.

En el fondo, esta operación nos recuerda que en política, como decía aquel viejo maestro del periodismo, no siempre gana el que tiene razón sino el que logra imponer la agenda. Y por ahora, esa agenda la maneja Walter Cortés. La pregunta es si podrá sostenerla cuando llegue el momento de los hechos, cuando las promesas del referéndum choquen contra la realidad de las leyes, los presupuestos y la gobernabilidad cotidiana.

Mientras tanto, en esta ciudad que vive del turismo y de la política —dos actividades que, bien miradas, no son tan diferentes—, seguimos asistiendo a un espectáculo que tiene algo de teatro, algo de circo y mucho de esa vieja tradición argentina de creer que los problemas complejos se resuelven con soluciones simples.

La función continúa. Y como en todo buen drama patagónico, el desenlace promete ser tan impredecible como el viento que baja de los cerros.

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