

Por: Bache3000
La ironía de la situación no pasa desapercibida. Aquellas instalaciones que fueron presentadas al público como una renovación completa del espacio portuario, con la presencia del jefe comunal y toda la parafernalia de una inauguración oficial, hoy muestran una realidad muy diferente a la prometida.
Las imágenes son elocuentes: pisos completamente anegados donde el agua cubre gran parte de las superficies, baldes distribuidos estratégicamente para contener las filtraciones que bajan desde el techo, y oficinas que debían representar la modernización del puerto convertidas en espacios inhabitables. El contraste entre las promesas de la inauguración y la realidad actual resulta devastador.
La situación ha obligado a las autoridades municipales a suspender la atención al público en el área de Recursos Humanos y a implementar un sistema de guardias mínimas. Los empleados deben trabajar en condiciones precarias, sorteando charcos y filtraciones en espacios que hace pocos meses fueron vendidos como la solución a los problemas estructurales del puerto.
El traslado de las oficinas municipales al Puerto San Carlos fue presentado como una medida de eficiencia económica: se ahorraron el alquiler de espacios externos y concentraron servicios en un edificio propio. Sin embargo, la realidad actual demuestra que este supuesto ahorro resultó contraproducente. En definitiva, el servicio no se brinda y el Estado funciona peor que antes del traslado.
La falta de calefacción agrava el panorama, creando un ambiente de trabajo inadecuado para el personal que debe mantener las operaciones básicas. Las autoridades establecieron contacto mediante celulares corporativos, evidenciando que hasta las comunicaciones internas se han visto comprometidas.
El área de Recursos Humanos, una de las más demandadas por los ciudadanos, permanece cerrada al público. Los contribuyentes que necesitan realizar trámites se encuentran con que el ahorro en alquileres se tradujo en un servicio público inexistente. La ecuación es simple: menos gastos en infraestructura, pero también menos servicios para la comunidad.
Esta crisis plantea serios interrogantes sobre la calidad de las obras realizadas y la supervisión técnica durante su ejecución. Las filtraciones masivas que se observan en techos y paredes sugieren deficiencias graves en la construcción o renovación que se realizó previo a la inauguración oficial.
El Puerto San Carlos, presentado hace pocos meses como un ejemplo de gestión moderna y ahorro del erario público, se ha convertido en un símbolo de las promesas incumplidas. Las fotografías oficiales de la inauguración contrastan dramáticamente con la realidad de oficinas inundadas, servicios colapsados y un Estado que funciona en condiciones precarias.
La supuesta eficiencia económica que justificó el traslado quedó en evidencia como una falsa economía: se ahorraron en alquileres pero el costo real lo pagan los ciudadanos que no pueden acceder a servicios básicos, y los empleados municipales que deben trabajar en condiciones inadecuadas.
Las autoridades municipales no han brindado explicaciones sobre las causas técnicas del colapso ni han informado plazos para la solución de estos problemas estructurales que evidencian serias fallas en la planificación y ejecución de las obras inauguradas con bombos y platillos hace apenas unos meses.