jueves 11 de septiembre de 2025 - Edición Nº210

El Bardo de Siempre | 11 sep 2025

LOS CIENTIFICOS A LA CALLE

El átomo que se desintegra: crónica del desmantelamiento nuclear argentino

13:46 |Mientras el gobierno habla de planes nucleares, los trabajadores de la CNEA denuncian que es puro vaciamiento y negociados con empresas extranjeras


Por: Bache3000

Miles de años de investigación nuclear se desvanecen como el humo de una pipa que se apaga lentamente en el frío de Bariloche. Este jueves, mientras los turistas fotografían paisajes, en el del kilómetro 9500 de Bustillo, más de cincuenta trabajadores del Centro Atómico alzaron carteles y voces contra lo que llaman el "desarme del sector científico". No es una metáfora: es el desmantelamiento sistemático de décadas de conocimiento acumulado.

Científicos que en un país normal, deberían estar investigando y no protestando en las calles. 

La manifestación empezó a las once de la mañana, hora en que normalmente estos hombres y mujeres estarían en sus laboratorios, midiendo radiaciones, calculando fusiones, desentrañando los secretos del átomo. Pero hoy repartían folletos a los automovilistas como si fueran vendedores ambulantes de un saber que nadie quiere comprar. Los acompañaban ATE y ADUNC, esas siglas que suenan a resistencia sindical en tiempos donde resistir parece lo único que queda.

Los volantes que distribuyeron no mienten. Tienen títulos que duelen: "No es un plan nuclear, es vaciamiento y negociados" y "Este es el plan, destrucción y entrega". En esos papeles está toda la radiografía de lo que pasa: los salarios cayeron cuarenta por ciento en dieciocho meses, las primeras categorías cobran por debajo de la línea de indigencia, las intermedias apenas alcanzan la canasta básica. Es la motosierra aplicada con precisión quirúrgica a los sueldos de quienes manejan tecnología de punta.

Joaquín Venturino, técnico de la CNEA, habla con el cansancio de quien repite una letanía que pocos escuchan. "Estamos viendo un proceso de desinversión que lleva más de un año", explica a los medios, y en esa descripción aséptica se esconde la tragedia de un país que decide apostar contra su propio futuro científico. Faltan insumos básicos, el suministro eléctrico es intermitente, la atención sanitaria se desplomó. Incluso cerraron el jardín de infantes porque no alcanza para cubrir los haberes del personal. Es la paradoja más absurda: quienes investigan la energía del futuro trabajan a oscuras.

Pero los folletos que entregan a quienes pasan por la Bustillo, cuentan otra historia, más siniestra. El proyecto de reactor modular CAREM fue paralizado mientras el gobierno nacional, con complicidad del provincial, patentó un reactor similar en Estados Unidos y lo vendió a una empresa extranjera. La planta de enriquecimiento de agua pesada de Arroyito, Neuquén, está paralizada y pretenden entregarla a CANDU ENERGY, otra empresa foránea. La minería de uranio explorada por la CNEA en Mendoza y Santa Cruz también piensa entregarse al extractivismo extranjero.

Lo más doloroso es la sangría constante. Venturino lo describe como un proceso inexorable: "Estamos perdiendo gente de manera sistemática". Mil quinientas personas abandonaron la CNEA. Mil quinientas. En el Instituto Balseiro, sesenta docentes presentaron sus renuncias. Son cifras que trascienden la estadística porque cada número representa una trayectoria trunca, un proyecto sin continuidad, una línea de investigación que se extingue. Los volantes lo resumen con brutalidad: "Fuga de cerebros = pérdida de soberanía".

Los ingresos están al borde del umbral de subsistencia, remarca el trabajador, y ese límite en Bariloche se vuelve especialmente cruel. Los costos de vida son elevadísimos, los arriendos parecen cifras de otro planeta, y estos investigadores que deberían estar explorando las fronteras del conocimiento terminan haciendo cálculos domésticos para sobrevivir. "Es como si nos empujaran hacia la puerta de salida sin decirnos que nos vayamos", sintetiza Venturino, y esa presión silenciosa resulta más humillante que un despido directo.

En Pilcaniyeu, los folletos señalan que hasta suspendieron el servicio médico por falta de pago. El transporte está reducido, los comedores y la infraestructura sin mantenimiento, las tercerizadas de limpieza en precariedad permanente. Es el vaciamiento metódico de lo que alguna vez fue orgullo nacional.

Paralelamente, las empresas privadas y las universidades extranjeras los reciben como tesoros. "Afuera nos reconocen el valor que acá no quieren ver", comenta el técnico, y en esa observación está la paradoja más dolorosa: Argentina invierte en formar talentos de nivel mundial para que terminen beneficiando a otros países. Es como financiar la educación de los hijos para que después trabajen para la competencia. Los volantes lo explican sin rodeos: "Profesionales formados con recursos públicos emigran o trabajan para empresas del exterior. Cada salida es un proyecto menos, una innovación perdida y más dependencia".

Los trabajadores exigen aumento de salarios, pase a planta de contratados y becarios, no a la entrega y privatizaciones, y UnionPersonal como obra social. Son demandas básicas para quienes manejan tecnología que otros países codician. Pero las consignas suenan a grito en el desierto mientras el Plan de Reidel y Milei, "con el acompañamiento de Weretilneck, avanza en la entrega y privatización", dicen.

Mil quinientas familias barilochenses perjudicadas, calcula Venturino. CONICET, CNEA, Balseiro, organismos que en otro tiempo fueron emblemas nacionales, hoy figuran como renglones en planillas de ajuste presupuestario. El desguace avanza "a velocidad vertiginosa", describe el trabajador, y esa aceleración tiene algo de vértigo, como si hubieran programado al país para retroceder en cámara rápida.

En el kilómetro 9500 de Bustillo, donde el lago Nahuel Huapi refleja las montañas como un espejo perfecto, los trabajadores siguieron repartiendo folletos hasta que se hizo la hora de volver a casa. Los papeles que volaban con el viento patagónico llevaban una frase que resume todo: "CNEA y Balseiro son patrimonio del pueblo: defenderlos es defender nuestra soberanía". Mañana, los que todavía no se fueron, volverán a sus laboratorios a trabajar con lo que queda. Pero cada día son menos, y el silencio de los que ya no están suena más fuerte que cualquier protesta.

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