

Por: Bache3000
El vertedero municipal de San Carlos de Bariloche no es un problema nuevo. Durante más de 40 años, esta instalación ha funcionado como un basural a cielo abierto, acumulando toneladas de desechos sin el tratamiento adecuado. Según datos oficiales, diariamente ingresan aproximadamente 200.000 kilos de residuos al vertedero, cifra que se incrementa considerablemente durante la temporada turística alta.
La situación es tan grave que la International Solid Waste Association ha clasificado al vertedero barilochense entre los 50 más contaminantes del mundo, siendo el único de Argentina en esta lamentable lista. Esta montaña de basura ubicada sobre la mítica Ruta 40, a solo 8 kilómetros del centro de la ciudad, genera líquidos tóxicos, gases inflamables y contamina el suelo, aire y agua de la región.
Los efectos sobre la salud son alarmantes. La descomposición descontrolada de toneladas de residuos produce emanaciones tóxicas que penetran en las viviendas cercanas, especialmente cuando se producen los incendios recurrentes que caracterizan al lugar. Los vecinos de barrios como El Pilar I y II, 645 Viviendas, Villa Lago Gutiérrez, Valle Azul, Unión, 2 de Abril, El Frutillar y Cooperativa 258, entre otros, conviven día a día con olores nauseabundos, humo tóxico y la constante preocupación por las enfermedades que esta situación puede ocasionar.
El panorama ambiental es devastador. Los animales que deambulan por el lugar presentan plásticos en sus organismos, evidenciando la contaminación que trasciende las especies. Los lixiviados procedentes de componentes químicos y metales pesados filtran hacia las napas subterráneas, comprometiendo la calidad del agua en una región caracterizada por sus recursos hídricos prístinos.
En 2011, el Concejo Municipal aprobó la Ordenanza 2147-CM-11, declarando la emergencia del vertedero. Trece años después, esa "emergencia" permanece intacta, convirtiendo a la medida en un símbolo de la inacción política. Posteriormente, en diciembre de 2022, se aprobó la Ordenanza 3349-CM-2022, que establecía el cierre definitivo del vertedero para el 4 de diciembre de 2023. Esa fecha también pasó sin que se concretara ninguna solución.
Las promesas políticas han sido una constante. El actual intendente Walter Cortés había prometido durante su campaña electoral que resolvería el problema "en un día". Sin embargo, ya han transcurrido casi dos años desde que asumió su cargo y no se ha registrado ninguna gestión concreta para abordar esta problemática que afecta al menos a 19 barrios de la ciudad.
Tanto el intendente Cortés como el gobernador Alberto Weretilneck han reiterado en múltiples ocasiones que tendrán noticias sobre la solución del vertedero para octubre, repitiendo un patrón de anuncios sin concreción que caracteriza la gestión de este tema. Weretilneck prometió "encarar una solución antes de fin de año" y afirmó que junto con la ciudad presentarían "la solución definitiva del vertedero", pero estas declaraciones suenan familiares para quienes llevan décadas escuchando promesas similares.
La iniciativa privada presentada por la empresa Rowing para crear un sistema regional de tratamiento de residuos, que incluiría a Bariloche y otras cinco localidades, continúa en evaluación sin fechas concretas de implementación. Mientras tanto, la ex gobernadora Arabela Carreras había prometido (EN 2023) que para finales de 2024 se tendría "un escenario muy distinto, con el proyecto en desarrollo", pero 2024 terminó con la misma realidad de siempre.
El problema trasciende las administraciones y los partidos políticos. Desde la década del 80, cada gobierno ha llegado con promesas de solución y se ha marchado dejando el problema intacto. Los vecinos organizados, nucleados en grupos como "Vecinos por el Cierre del Vertedero", han presentado recursos de amparo, juntado firmas, protestado en las sesiones del Concejo Deliberante y mantenido una presión constante, pero sus demandas continúan sin respuesta efectiva.
La situación se agrava porque el vertedero no se encuentra aislado de la población. Está ubicado frente al Barrio El Pilar I y a pocos minutos de sectores residenciales, generando un contraste dramático entre la imagen turística que Bariloche proyecta al mundo y la realidad que viven miles de familias.
Los datos son contundentes: menos del 5% de los residuos se reciclan, representando una oportunidad perdida para la economía circular y la generación de empleo verde. La Asociación de Recicladores Bariloche trabaja en condiciones precarias tratando de recuperar materiales, pero su labor resulta insuficiente ante la magnitud del problema.
La salud pública está comprometida. Fernando Ballejos, doctor en Ciencias Naturales del CONICET, ha advertido sobre los riesgos de consumir alimentos provenientes de la zona del vertedero, ya que podrían contener sustancias perjudiciales para la salud humana. Los barrios circundantes, particularmente el 2 de Abril que linda directamente con el vertedero, presentan las condiciones sociales más desfavorables de la ciudad en términos de cobertura de salud, nivel de instrucción y necesidades básicas insatisfechas.
El contraste es doloroso: mientras Bariloche recibe cientos de miles de turistas anuales atraídos por su belleza natural, los residentes de estos barrios conviven con uno de los vertederos más contaminantes del planeta. La ciudad que se promociona como un paraíso patagónico esconde en su periferia una realidad tóxica que compromete el futuro ambiental y sanitario de la región.
La vecina que mostró el perro muerto en la calle cerca del vertedero representa la voz de miles de barilochenses que han perdido la esperanza en las promesas políticas. Su testimonio es un llamado de atención sobre una problemática que no puede seguir postergándose. Mientras los funcionarios siguen prometiendo soluciones para "octubre" o "fin de año", la montaña de basura continúa creciendo, los gases tóxicos siguen emanando y la salud de los vecinos sigue deteriorándose.
El vertedero de Bariloche se ha convertido en un símbolo de la incapacidad política para resolver problemas estructurales. Cada promesa incumplida erosiona más la confianza ciudadana y perpetúa una situación que ya no admite más dilaciones. Los 19 barrios afectados merecen respuestas concretas, no más anuncios vacíos.
La realidad es que, después de décadas de promesas, el problema sigue siendo el mismo: una montaña de basura que crece día a día, contaminando el ambiente y enfermando a la población, mientras los responsables de solucionarlo continúan pasándose la responsabilidad como si se tratara de otro residuo más para enterrar y olvidar.