Por: Bache3000

Han construido una pared. Una puta pared.

Y la Municipalidad de San Carlos de Bariloche lo anuncia como si hubieran resucitado a Cristo, descubierto la cura del cáncer y colonizado Marte en el mismo fin de semana.

"El gran avance se aprecia en el muro de calle Lengas", proclaman con la solemnidad de quien anuncia el fin de la guerra. Como si levantar ladrillos fuera un acto de genio arquitectónico comparable a las pirámides de Giza.

Dos años. Dos años para hacer una pared. Dos años de "avances significativos" y "transformación integral" para apilar piedras una encima de la otra.

Los muertos del cementerio deben estar riéndose en sus tumbas. Ellos que vivieron épocas donde un hombre podía construir su casa con sus propias manos en una semana, ahora contemplan desde la eternidad cómo sus descendientes celebran una pared como si fuera el David de Miguel Ángel.

"Cada tramo construido es celebrado por vecinos y vecinas", nos dicen. Claro, después de dos años esperando, hasta un agujero en la tierra sería motivo de celebración. La gente está tan desesperada por ver algo, lo que sea, que aplaudiría si la municipalidad anunciara que finalmente descubrió cómo hacer funcionar una pala.

Walter Cortés, el intendente, seguramente se mira al espejo cada mañana y se dice: "Soy el hombre que le dio una pared al cementerio. Seré recordado en la historia como el Constructor de Muros".

Y mientras tanto, la ciudad se cae a pedazos, las calles son un mapa de cráteres lunares, y ellos están ahí, orgullosos como pavos reales, porque construyeron una pared. Una sola pared. En dos años.

Es hermoso, en cierto modo retorcido. Esta capacidad infinita del poder para transformar lo mundano en épico, lo básico en extraordinario, lo normal en milagroso.

Mañana probablemente anuncien que han logrado que el agua corra hacia abajo por gravedad, y lo llamarán "Proyecto Hidráulico Revolucionario del Siglo XXI".

Pero bueno, al menos los muertos tienen su pared. Después de dos años, tienen su puta pared.

Y eso, aparentemente, es digno de celebración en San Carlos de Bariloche.