martes 14 de octubre de 2025 - Edición Nº243

El Bardo de Siempre | 13 oct 2025

CUANDO LA POLÍTICA SE PONE DE ACUERDO

Sin grieta: legisladoras rionegrinas proponen protocolo gratuito de oncoestética

Hay gestos políticos que parecen pequeños y terminan siendo enormes. Seis legisladoras de Río Negro, que en cualquier otro momento del año habrían estado discutiendo presupuestos o estrategias electorales desde veredas opuestas, se juntaron para presentar algo que no debería ser excepcional pero lo es: un proyecto de ley que piensa en lo que viene después. En lo que queda cuando termina la quimioterapia, cuando se cierran las puertas del hospital, cuando la vida —esa cosa difícil— intenta volver a parecerse a la vida.


Por: Bache3000

El proyecto propone crear el "Protocolo de Reparación Oncoestética para Pacientes con Tratamientos Oncológicos". El nombre es técnico, casi burocrático, pero detrás hay una comprensión simple y necesaria: que el cáncer no termina cuando termina el tratamiento. Que mirarse al espejo después de meses de quimioterapia puede ser más difícil que cualquier análisis médico. Que recuperarse es también recuperar la imagen propia, esa que nos acompaña todos los días y que, sin que lo pidamos, define cómo nos relacionamos con el mundo.

Las autoras son Lorena Matzen, de la UCR; Yolanda Mansilla, de Primero Río Negro; Maricel Cevoli y Marcela González Abdala, del JSRN; Gabriela Picotti, del PRO; y Roberta Scavo, de la Coalición Cívica. Vienen de distintos lugares —del Oeste, del Este, del Centro, de la Cordillera, del Valle Inferior— y de distintas líneas políticas. Matzen, quien lidera la iniciativa, lo dice sin rodeos: "Me parece que son de esos temas que no deben partidizarse ni politizarse". Y tiene razón. Hay cosas que no deberían necesitar consenso porque deberían ser obvias, pero en política lo obvio casi nunca es automático.

La idea nació en la Agrupación Allen Rosa, una de esas organizaciones que trabajan donde el Estado a veces no llega. Hubo conversaciones con médicos, con profesionales que conocen de cerca lo que significa acompañar a alguien en ese proceso. Y lo que descubrieron no es nuevo, pero sigue siendo urgente: en Argentina se diagnostican más de 133.000 casos de cáncer al año. Más de 70.000 personas mueren por esta enfermedad. Los tipos más frecuentes son el de mama, el colorrectal y el de pulmón. Las cifras son del Observatorio Global del Cáncer de la OMS y tienen el peso de lo irrefutable.

Pero las estadísticas no cuentan todo. No dicen nada sobre lo que pasa cuando alguien pierde el pelo, las cejas, las pestañas. Cuando la piel cambia, cuando las manos se entumecen, cuando el cuerpo propio empieza a sentirse ajeno. La quimioterapia, la radioterapia, las cirugías salvan vidas, pero dejan marcas. Xerosis, hiperpigmentación, alopecia, linfedema. Palabras que suenan a diagnóstico pero que nombran experiencias concretas: la incomodidad de no reconocerse, la vergüenza que no debería estar ahí pero está, el esfuerzo diario de aceptar una versión de uno mismo que nadie eligió.

El proyecto no propone milagros. Propone algo más modesto y más urgente: que el sistema público de salud acompañe esa recuperación. Micropigmentación de areolas y pezones para quienes pasaron por mastectomías. Micropigmentación de cejas, que debería empezar desde el diagnóstico para conservar algo de la expresión facial antes de que caiga el pelo. Prótesis capilares, microinjertos, tratamientos para la piel. No son caprichos estéticos. Son herramientas para que alguien pueda volver a sentirse dueño de su imagen.

Las legisladoras insisten en dos principios: gratuidad y accesibilidad. El protocolo estaría dirigido especialmente a quienes no pueden pagar estos tratamientos, que en el sector privado pueden costar lo que muchas familias no tienen. El Ministerio de Salud Pública sería el encargado de implementarlo, de coordinar con hospitales y de capacitar al personal para que los pacientes sepan que estas opciones existen. También se prevé una partida presupuestaria específica y la posibilidad de convenios con organismos nacionales e internacionales. Se invita, además, a obras sociales y prepagas a sumar estas prestaciones a sus coberturas.

Río Negro no sería la primera provincia en hacerlo. Neuquén tiene experiencias desde 2018 en el Hospital Castro Rendón. Buenos Aires, Chaco, Tucumán y Corrientes ya desarrollan programas parecidos. Pero cada provincia que se suma importa. Importa porque el cáncer no entiende de fronteras ni de presupuestos, y porque la recuperación tampoco debería depender de dónde vivís o cuánto ganás.

Matzen dice que buscó que fueran legisladoras de distintas partes de la provincia, que hubiera diversidad política y territorial. Quería que el proyecto tuviera el respaldo de las agrupaciones rosas de Río Negro, esas redes de mujeres que saben lo que es acompañar de cerca. Y lo logró. No es frecuente que seis legisladoras de diferentes bloques firmen juntas una iniciativa así. Tal vez por eso llama la atención. O tal vez debería ser al revés: que lo excepcional fuera no hacerlo.

Verse y sentirse bien, dicen las autoras, mejora la calidad de vida. Es una frase que podría sonar trivial si no estuviera sostenida por la experiencia de miles de personas que atravesaron tratamientos oncológicos y que saben que la batalla no termina en el consultorio médico. Que termina —o intenta terminar— frente al espejo, en la calle, en la mirada de los demás, en la propia.

Este proyecto habla de prótesis y micropigmentación, pero en el fondo habla de algo más difícil de legislar: la dignidad. La posibilidad de que alguien que pasó meses peleando por su vida pueda también recuperar algo tan simple y tan complicado como sentirse a gusto con su propio reflejo. No es poca cosa. Y no debería ser un lujo.

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