jueves 16 de octubre de 2025 - Edición Nº245

El Bardo de Siempre | 16 oct 2025

LORENA BILLEVERDE

Los 15 kilos de la libertad

00:47 |María Lorena Villaverde fue detenida en el aeropuerto de Sarasota en julio de 2002 transportando 15 kilos de cocaína junto a dos cómplices vinculados al narcotráfico. Estuvo presa, hizo un acuerdo con la justicia estadounidense y regresó a Argentina donde construyó una nueva vida que incluye estafas millonarias, usura, vínculos con el esquema Ponzi de Blaksley y una relación sentimental con el primo del narcolavador Fred Machado. Hoy es diputada nacional por La Libertad Avanza, candidata a senadora, y hace tres semanas mostró un certificado de antecedentes penales argentino para defender su honor. Los documentos judiciales de su divorcio revelan una historia que ella prefiere mantener oculta.


Por: Bache3000

Se supone que uno debería sorprenderse, pero ya no queda espacio para el asombro en este país donde todo parece posible, donde los límites entre lo grotesco y lo real se disolvieron hace rato en algún cóctel de cinismo y desmemoria. María Lorena Villaverde, diputada nacional por La Libertad Avanza, candidata a senadora, se paró hace tres semanas en su banca y pidió una moción de privilegio para defender su honor, mostró un certificado de antecedentes penales —ese papel que dice lo que uno quiere que diga si sabe cómo leerlo— y declaró tener las manos limpias, la conciencia limpia, todo limpio en su vida excepto, claro, ese pequeño detalle que dejó convenientemente afuera: que estuvo presa en Estados Unidos por transportar cocaína, que no puede volver a ese país sin ser arrestada de inmediato, que su pasado está sembrado de estafas, usura, vínculos con narcotraficantes.

La historia es simple y terrible como todas las historias de este tipo: una mujer argentina viviendo en Miami a principios de los dos mil, diciendo que trabajaba en una boutique sobre Collins Avenue, fichada por primera vez en noviembre de 2001 cuando la arrestaron por obstrucción a la justicia, ya vinculada entonces con una red de personajes del mundo de las drogas, algunos hispanos, otros estadounidenses, viviendo con un cubano llamado Roberto Grandal que tenía sus propios problemas en ese universo turbio. Primera detención, primer registro en el sistema, primer paso en una escalera que sólo podía bajar.

Ocho meses después, el 17 de julio de 2002, la agarraron en el aeropuerto de Sarasota. No venía sola: con ella iban Jesús Ferrer, cubano, y Fabio Restrepo, colombiano, supuestamente del Cártel de Cali. Entre los tres transportaban quince kilos de cocaína, no los 400 gramos que se dijeron al principio, no esa cifra más digerible para el consumo mediático, sino quince kilos completos, más 50 mil dólares que no pudieron justificar, más otros 17 mil que la justicia decomisó en el domicilio de Villaverde. Quince kilos: el peso de una vida, el peso de muchas vidas, el peso exacto de la libertad que uno pierde cuando lo agarran con eso.

Estuvo presa desde julio hasta octubre, la declararon culpable, le notificaron la sentencia, apeló, quedó libre esperando confirmación, volvieron a pedirle prisión en abril de 2003, suspendieron la medida tres días después y ahí se abre el agujero negro, ese lapso donde nadie sabe bien qué pasó excepto que Villaverde desapareció de la escena estadounidense y apareció en Argentina. Las fuentes que conocieron el expediente dicen que habría hecho un trato: entregar al resto de la banda a cambio de poder irse del país. Un trato que le permitió volver a empezar, borrar el pasado, construirse otra vida.

Llegó a Neuquén en algún momento impreciso de 2003, montó una agencia de publicidad, conoció a Carlos Marcelo Bauzas, se casaron en agosto de 2008 en Belén de Escobar, formaron una sociedad en la empresa Taskarsa donde ella era gerente general con acceso total a las cuentas. Todo podría haber sido distinto si no fuera porque un día de 2010 llegó un email anónimo desde una cuenta falsa con IP en China, un mensaje que le contaba a Bauzas quién era realmente la mujer con la que vivía, qué había hecho en Estados Unidos, cuál era su verdadero pasado.

Bauzas contrató un detective privado que en pocos días confirmó todo. La confrontó, ella negó, él se fue de la casa de Tigre donde vivían con sus dos hijos. Nunca volvieron a convivir. Pero antes de irse, antes de que el matrimonio terminara oficialmente, Villaverde ya había empezado a retirar cheques de Taskarsa: seis millones y medio de dólares en total, un millón y medio en efectivo durante 2011 mientras se tramitaba el divorcio. Dejó a su marido al borde de la quiebra, le llevó años recomponerse, pagar a los proveedores el desfalco que ella generó.

Con ese dinero se hizo prestamista, usurera, ejecutó pagarés antes de tiempo con tanta ansiedad y abuso que hasta gente que vive al margen de la ley tuvo que recurrir a la justicia para denunciarla. En 2017 apareció su nombre vinculado al caso de Enrique Blaksley Señorans, el Bernie Madoff argentino, el estafador del sistema Ponzi que dejó un tendal de damnificados por cifras millonarias. Villaverde había participado del esquema consiguiendo inversores, sumando víctimas.

Y después, porque esto nunca termina, vino su relación con Claudio Cicarelli, apodado Lechuga, primo de Fred Machado, el narcolavador que está por ser extraditado a Estados Unidos, nuevas sospechas de vínculos directos con el narcotráfico y el lavado de activos, ese mundo del que parece no poder desprenderse aunque ella insista en que no tiene nada que ver, aunque se ofrezca públicamente a hacerse un test de consumo de drogas como si eso probara algo, como si la cuestión fuera consumir y no transportar, lavar, estafar.

Todo esto está documentado en el expediente de su divorcio, número 32518/2011 en el Tribunal de Familia 2 de San Nicolás, en el expediente SI-41035 del Tribunal de Familia de San Isidro, en documentos judiciales de Estados Unidos que muestran las fechas, los cargos, los arrestos, los montos, los cómplices. Todo está ahí para quien quiera verlo, aunque ella mostró hace tres semanas ese certificado de antecedentes argentino que sólo muestra condenas firmes en el fuero penal y pretendió que eso bastaba para limpiar todo lo demás.

Le quedan dos años como diputada y quiere ser senadora. Representa a los rionegrinos en el Congreso por un partido que se llama La Libertad Avanza, y hay algo obscenamente apropiado en ese nombre cuando uno piensa en aquellos quince kilos de cocaína que transportaba en el aeropuerto de Sarasota, en esa libertad que perdió por unos meses y recuperó con un trato, en todas las libertades que otros perdieron en el camino mientras ella construía su carrera política sobre las ruinas de su pasado criminal. Eran quince kilos de la libertad, sí, pero no de la suya: de la libertad de todos los que quedaron atrapados en esa cadena de delitos, estafas y traiciones que ella dejó atrás como quien cambia de ropa.

Quizá sea momento de que alguien le pida explicaciones no en una moción de privilegio donde ella controla el relato sino en la Cámara y en la Justicia, donde las preguntas las hacen otros y las respuestas tienen consecuencias. Pero esto es Argentina, y acá todo parece posible, incluso que una mujer condenada por narcotráfico en Estados Unidos termine legislando en el Congreso y aspirando a más. Todo es posible cuando la memoria es corta y el cinismo infinito.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias