Por: Bache3000
A las ocho de la mañana el frío era real. No el frío de las metáforas políticas ni el frío de los pronósticos, sino el frío verdadero de Bariloche en octubre. Todo, hasta que empezó a salir el sol. Sí, hoy será un gran día para votar. Las escuelas abrieron sus puertas como quien abre un paréntesis en la normalidad: durante unas horas dejarían de ser escuelas para convertirse en el lugar donde 110.664 electores habilitados decidirían quiénes los representarían en el Congreso. O al menos eso decía la teoría.
Todo comenzó con normalidad, dicen. Pero la normalidad es un territorio extraño cuando se la enuncia. ¿Qué significa que algo comience con normalidad en un país donde cada elección parece la última o la primera? En Bariloche —la ciudad con el padrón más nutrido de Río Negro— la normalidad consistió en que las mesas abrieron más o menos a tiempo, en que la gente empezó a llegar temprano, en que los fiscales de los siete partidos políticos se instalaron en sus puestos con café en vasos térmicos y la resignación de quien sabe que será un día largo.
La excepción llegó pronto, como siempre. En algunas mesas —cuántas, no se sabe con certeza— los fiscales no llegaron. Hubo retrasos. Hubo teléfonos que sonaron sin respuesta. Hubo presidentes de mesa mirando el reloj y preguntándose si podían empezar sin todas las firmas. La democracia es también eso: la espera de un fiscal que no llega, una mesa que se demora veinte minutos, media hora. Nadie lo dirá en los discursos de la noche, pero esos minutos también cuentan.
Leandro Costa Brutten estaba listo para votar en el CEM 20. Tenía previsto votar a las 8.30. Y tuvo que esperrar. A las 8.40 tpodavía se abría la mesa como se abre un local comercial un domimgo. Pero nada, el ritual de siempre.
En Río Negro se vota para elegir tres senadores y dos diputados nacionales. Cincuenta y seis nombres en la Boleta Única de Papel, ese invento reciente que promete transparencia y que todavía genera dudas: ¿dónde marco exactamente? ¿Así está bien? ¿Por qué antes era más fácil, o era que éramos más jóvenes? Los 611.533 electores habilitados en la provincia —307.381 mujeres, 304.152 varones— se enfrentaron por primera vez a esta papeleta que concentra todas las opciones en una sola hoja. En Bariloche, como en el resto del país, la novedad no fue tanta porque ya hemos votado de esa forma.
Se vota hasta las seis de la tarde. Esa es la regla. Sólo con documento físico: nada de DNI digital, nada de fotos en el celular, nada de modernidad mal entendida. El documento de siempre, ese que guardamos en algún lugar de la billetera y que revisamos tres veces antes de salir de casa. La libreta cívica, la libreta de enrolamiento, el DNI tarjeta aunque diga "no válido para votar" en la primera versión. Todo vale, menos la virtualidad.
Los candidatos también votan. A lo largo de la jornada irán llegando: Leandro Costa Brutten, Ana Marks y Adriana Serquis de Fuerza Patria; Facundo Villalba de Primero Río Negro; Aluhé Gavuzzo y Jorge Paulic del Frente de Izquierda; Juan Pablo Muena de Juntos Defendemos Río Negro; Martina Lacour del PRO. Bariloche tiene siete candidatos repartidos en diversas listas, personas que esta mañana también hacen fila, que también se demoran en la cabina, que también doblan la boleta siguiendo las líneas impresas. La democracia es también esa igualdad momentánea: todos somos electores antes que candidatos.
Hay números que funcionan como contexto. En las últimas elecciones nacionales —aquellas de octubre de 2023— la participación en Bariloche superó el 74% del padrón. Fueron 106.547 electores habilitados entonces, de los cuales cerca de 79.000 se acercaron a votar. Massa y Milei se disputaban la presidencia, y Bariloche les dio un empate técnico que terminaría definiéndose en el balotaje con apenas 32 votos de diferencia. Pero eso fue entonces. Hoy es otra historia, otra papeleta, otra forma de marcar.
¿Cuántos votarán hoy en Bariloche? Es temprano para saberlo. El sol asoma entre las nubes y la temperatura sube un poco, lo suficiente para que la gente se quede conversando en las puertas de las escuelas. Hay quienes vinieron con toda la familia, como si votar fuera una excursión dominical. Hay quienes llegaron solos y se van rápido, cumpliendo con el trámite cívico con la eficiencia de quien tiene otras cosas que hacer.
En el resto de Río Negro la situación es similar: Roca con sus 86.612 electores, Cipolletti con 72.641, Viedma con 56.068. Ciudades que suman votos, voluntades, cruces en casilleros. A nivel nacional son 36.477.204 electores habilitados. Es difícil imaginar esa cifra, difícil pensar que millones de personas están haciendo en este momento lo mismo que se hace en Bariloche: esperar, entrar, marcar, salir.
La crónica podría terminar aquí, con la jornada recién empezada y todo por decidirse. Pero las elecciones no son sólo lo que pasa durante las doce horas de votación. Son también lo que viene después: el escrutinio, los nervios, las proyecciones, los discursos. Y antes: las campañas, las promesas, los debates que no fueron debates. Todo eso está contenido en esta mañana fría de Bariloche, en estas escuelas convertidas en centros de votación, en estos electores que van llegando de a poco.
Por ahora la normalidad persiste, con sus pequeñas irregularidades. Las mesas que se demoraron ya empezaron a funcionar. Los fiscales que faltaban llegaron o fueron reemplazados. La democracia es también esto: un sistema que se corrige sobre la marcha, que improvisa sin que se note demasiado. A las seis de la tarde cerrarán las urnas y empezará el conteo. Entonces sabremos cuántos votaron, cuántos se quedaron en sus casas, cuántos marcaron en blanco. Entonces la normalidad dejará de ser un territorio extraño para convertirse en números, en porcentajes, en senadores y diputados electos.
Pero eso será después. Por ahora la gente sigue llegando a las escuelas de Bariloche, documento en mano, con ese gesto entre el deber y la esperanza de quien participa en algo que, a pesar de todo, todavía importa.
Datos clave de la jornada: