Por: Bache3000
Fuerza Patria ganó con el 33,74% (27.052 votos). La Libertad Avanza sacó 30,33% (24.324 votos). Juntos Defendemos Río Negro quedó tercero con 22,47% (18.016 votos). Tercero en su propia casa, tercero después de haber sido el poder durante décadas, tercero mientras las dos fuerzas que lo desplazaron suman entre ambas más del 64% de los votos. No es un detalle, es una declaración.
Pero lo interesante no está tanto en los porcentajes generales como en el modo en que esos porcentajes se distribuyen por la ciudad. Bariloche es una ciudad que se dice a sí misma turística, cosmopolita, integrada, pero cuando uno mira el mapa electoral lo que aparece es otra cosa: una ciudad donde el lugar en el que vivís muestra en buena medida cómo votás.
En los 14 circuitos de la periferia y los barrios populares, Fuerza Patria dominó con un promedio cercano al 35%, mientras La Libertad Avanza apenas rozó el 28% y Juntos quedó relegado al 20%. Los Coihues, por ejemplo. 46,94% para Fuerza Patria. Es el barrio donde más votó el kirchnerismo en toda la ciudad, y no es casual. Los Coihues está en el margen, en el borde, en esa zona donde Bariloche empieza a ser otra cosa o deja de ser Bariloche según quién defina qué es Bariloche. Ahí ganó el peronismo con amplitud, con una ventaja de más de veinte puntos sobre La Libertad Avanza. Lo mismo pasó en el Km 10, en el Km 20, en Cruce Catedral, en todos esos lugares que llevan nombres de distancias o referencias geográficasmque lo muestran lejos del centro. Ahí, en los márgenes, Fuerza Patria arrasó.

*Fourous figura en los resultados oficiales.
Y después está el centro. En los 13 circuitos céntricos y de clase media, La Libertad Avanza promedió 36%, Fuerza Patria quedó en 28% y Juntos apenas alcanzó el 20%. El microcentro, Escuela 16, Fasta, Centro Cívico. Ahí ganó La Libertad Avanza, y ganó bien. En Escuela 16 sacó 43,90%, su mejor resultado en toda la ciudad. En Fasta, 41,43%. En el Centro Cívico, casi 40%. Son barrios donde vive la clase media, la clase media profesional, la clase media que trabaja en el Estado o en el turismo o en los comercios del centro, la clase media que tiene obra social y manda a sus hijos a escuelas privadas y se va de vacaciones a la costa o al exterior. Esa clase media que durante años votó al radicalismo provincial ahora votó a Milei. No fue un voto de protesta. La clase media barilochense, la que se piensa a sí misma como moderada y sensata, votó por la propuesta más radical de todas. Fue un voto contra el pasado. Asi de siemple, así de intangible.
Juntos Defendemos Río Negro, mientras tanto, perdió en todos lados. Perdió en los barrios populares, donde históricamente había tenido arraigo a través de las redes terrotoriales y la presencia del Estado provincial. Perdió en la clase media, donde el radicalismo rionegrino había sido durante décadas la opción natural. Y perdió incluso en esos barrios intermedios donde uno podría haber esperado que el voto provincial resistiera. Solo ganó en 4 circuitos de 31: La Llave (35,82%), Vuriloche (31,97%), Tiro Federal (31,50%) y Diagutierrez (29,08%). Cuatro de treinta y uno. Y aun en esos lugares, los márgenes fueron estrechos, sin épica, sin entusiasmo.

Lo notable es que Juntos no colapsó por izquierda o por derecha, sino por todos lados. En Los Coihues sacó apenas el 10,99%. En Escuela 16, el 15,60%. No hubo refugio, no hubo bastión, no hubo lugar donde el voto provincial se mantuviera firme. La erosión fue pareja, sistemática, definitiva. Los sectores populares optaron por el peronismo, la clase media por el mileísmo, y entre medio no quedó espacio para la moderación provincialista.
Y acá aparece un dato que debería hacer ruido en el oficialismo: todo Juntos Defendemos Río Negro, con el intendente Walter Cortés incluido, sacó 18.016 votos. Apenas dos años atrás, en 2023, Cortés había ganado la intendencia con 12 mil votos. Ahora, todos juntos, apenas sumaron a eso 6 mil más. El supuesto poder territorial del intendente, esa maquinaria que se presumía aceitada y eficiente, simplemente no apareció. O apareció, pero no alcanzó. La clase media no estuvo, y sin la clase media el proyecto provincial no tiene piso. Ahí hay algo para revisar, algo que va más allá de una mala elección o de candidatos poco carismáticos. Es estructural.
Pero tampoco fue una noche para festejar en el búnker de Fuerza Patria. Ganaron, sí, con 27.052 votos contra los 24.324 de La Libertad Avanza. Ganaron, pero no como esperaban. La elección se sufrió, se siguió voto a voto, se padeció hasta el final. El peronismo esperaba una diferencia más amplia, más cómoda, una victoria que ratificara su predominio en los sectores populares y que le permitiera hablar de un proyecto con futuro. Lo que obtuvieron fue un 33,74% que, si uno mira con atención, es más o menos lo mismo que vienen sacando hace años. El peronismo en Bariloche está estancado en el 30%, y ese techo no es un detalle: es un límite estructural. Incluso, generacional.

¿Qué implica eso? Implica que no tienen capacidad de ampliar su base electoral. Al menos no por ahora, no con esta estrategia, no con este discurso. Los jóvenes, mayoritariamente, votaron a La Libertad Avanza. En barrios universitarios, en zonas de clase media joven, en lugares donde uno esperaría encontrar algo de sensibilidad social, el voto fue libertario. Y eso abre preguntas incómodas para el futuro: ¿quién va a votar al peronismo en diez años si no se sale a buscar esos votos? ¿Cómo se construye futuro con una base electoral envejecida y sin renovación?
Del otro lado, La Libertad Avanza sacó 24.324 votos sin candidatos conocidos, sin estructura territorial, sin un solo dirigente local con peso propio. No importó. La gente repetía la misma frase: no me importa quién es el candidato de Milei, yo voto a Milei. Y así quedó demostrado. Un partido con una sola figura, con un liderazgo que por ahora es insustituible, con un contrato entre el líder y sus votantes que no necesita intermediarios. Milei pone a cualquiera en la cancha y el núcleo duro hace el resto. Es una forma nueva de hacer política, o quizás una forma muy vieja, pero funciona. Al menos por ahora.
Hay algo de paradoja en todo esto. Bariloche es una ciudad que más o menos funciona, que tiene servicios, que tiene infraestructura, que tiene un Estado provincial presente (por lo menos más presente que en muchas otras provincias). No es una ciudad en ruinas ni una ciudad olvidada. Y sin embargo votó contra ese Estado, votó contra esa gestión, votó por las dos fuerzas que prometen, cada una a su modo, arrasar con lo existente. El kirchnerismo desde la épica del pueblo organizado, el mileísmo desde la épica del individuo liberado. Dos relatos opuestos que coinciden en una sola cosa: el Estado provincial, tal como existe, tal como está, tal como se expresa, no sirve.
El partido del Gobierno quedó absorvido por una forma tradicional que no tiene relato para este contexto. Este contexto requiere disrupción. No alcanza con la tracción de votos desde el Estado.
La geografía del voto en Bariloche es también una geografía que habla. Fuerza Patria ganó en Km 20, en Telesferico, en Lera, en todos esos barrios que están lejos del lago, lejos del centro, lejos de las postales. Ganó donde hay calles de tierra, donde el transporte público es escaso, donde hay un uso moderado del Estado, pero demanda por ejemplo, transparencia, buen uso de los rescursos, que no se robe. La Libertad Avanza, en cambio, ganó en Melipal, en Colonia Suiza, en el Nacional, en el Industrial, en todos esos barrios de calse media que valoran la recolección de residuos dos veces por semana, pero detestan que en el Estado se pongan familiares,, que se realicen compras con sobreprecios, que se le page un millón de dólares a una emrpesa fantasma. No es que los votos se puedan comprar con servicios, o diez cuadras de pavimento, pero sí que los votos expresan realidades materiales. La transparencia es un hecho objetivo.
Hubo excepciones, claro. Siempre las hay. En Universidad del Comahue, un barrio que uno esperaría más libertario por su composición social, Fuerza Patria sacó 30,71%. La universidad contiene en su seno un sector que teme los recortes y busca a quién los enfrente. En la zona de Onelli, otro barrio de clase trabajadora, el kirchnerismo también superó el 30%. Son matices, grietas en la grieta, lugares donde la explicación fácil no alcanza. Pero son excepciones que confirman la regla: Bariloche votó según su bolsillo y según su código postal.
Quedan preguntas. ¿Por qué la clase media, ratificó el voto en bloque a Milei? ¿Por qué los sectores populares, que en otras ciudades dividieron su voto entre peronismo y mileísmo, aquí optaron masivamente por el kirchnerismo? ¿Qué pasó con las redes territoriales de Juntos, que durante años habían sido la envidia de otros partidos? ¿Por qué el oficialismo provincial no pudo retener ni siquiera a su propia clase media? o peor: ¿a los sectores populares del sur?
Las respuestas no están en los números, o no sólo en los números. Están en conversaciones de sobremesa, en colas de supermercado, en aulas de escuela, en consultorios médicos. Están en el cansancio acumulado, en las expectativas frustradas, en la sensación difusa pero persistente de que algo no funciona, de que algo se agotó, de que es hora de probar otra cosa aunque esa otra cosa sea un salto al vacío.
Bariloche votó y lo hizo de un modo claro, contundente, inapelable. Votó contra el centro, votó contra la moderación, votó contra la gestión que se presenta como sensata e intermedia, pero que en estos tiempos eso simplemente no alcanza. No tiene relato. Y el relato de la calse media es que ve una alianza con los peor de la política local.
Los números están ahí. 33,74%. 30,33%. 22,47%. Son apenas cifras, pero cuentan una historia. La historia de una ciudad que se partió, que se polarizó, que dejó de creer en el centro. La historia de Bariloche en 2025.