Por: Bache3000
Gustavo Gennuso habló durante 30 minutos sobre contextos. "Hemos estado hablando mucho de otros contextos, no de mi contexto". Habla como alguien que llega tarde a una conversación ajena y descubre que era sobre él, pero no exactamente sobre él.
"Quiero que quede clara mis acuscsación", pide.
—Mi acusación es por haber puesto en plazo fijo la plata que estaba en el Banco Nación —dice—. Y eso solo, no hay nada más que eso, ni antes ni después.
Pero después habla del contexto cuando asumió, como si no pudiera evitarlo. Le pone nombre y apellido.
Menciona a Valeria Suárez. Tiene dos hijos con TEA y quería una casa en Bariloche. Compró un terreno en una cooperativa, y en 2013 le dijeron que le iban a construir la vivienda.
—La vida le cambió —dice Gennuso.
Y uno entiende que esa frase no es una manera de hablar. Era verdad. Como era verdad para las ochocientas setenta familias que habían comprado terrenos, que los estaban pagando o que ya los habían pagado. Gente del quinto quintil, aclara, citando a un testigo que dijo algo así. Gente que no podía acceder a la vivienda con lo que tenían.
Cuando Gennuso asume en 2015, explica, estas familias ya sabían que algo estaba mal. Que el plan tenia irregularidades. Que las viviendas no se iban a terminar, que algunas ni siquiera empezaron. Pero también se enteran por los medios que esas viviendas que no habían empezado figuraban como terminadas.
—Novecientas familias tocándome en la puerta de la oficina —dice—, queriendo la vivienda que había soñado.
Y después:
—Yo tenía que hacer que esa persona llegue al logro que el Estado le había prometido.
Habla de todo lo que encontró al asumir: una cola de una cuadra de gente trayéndole gomas de los pozos, calles que no se podían arreglar más, basura mal recogida.
—Sabíamos que había deudas —dice—, pero nunca supimos la magnitud. El ciento diez por ciento de los ingresos se iba en sueldos. No había un peso para nada. Teníamos que pagar los sueldos el cinco de enero, teníamos que pagar los aguinaldos, no había un centavo.
Entonces habla de la ordenanza de emergencia, del día que atacaron a los concejales que la votaron.
—Fue un día muy caótico para la ciudad —recuerda.
Se quitaron todos los viáticos. Se sacaron los vehículos oficiales, los teléfonos. Había que conciliar proveedor por proveedor.
—Abríamos una caja y encontrábamos boletas. Venía un tipo, decía me deben tanto, y nosotros decíamos no está en el sistema. Cómo hacemos.
Pero lo que verdaderamente le importa explicar es otra cosa. El contexto, insiste. Mi contexto. Porque acá se habló del antes y del después, se habló de la gestión anterior hasta 2015, de todos los funcionarios nacionales. Se habló hasta del pobre Barberis que estuvo cuarenta años acá, que abrió la cuenta 4037.
—De eso hablamos —dice, y hay algo en su voz que suena a perplejidad genuina—. Porque abrió la cuenta esa que tanto problemas trae.
Y entonces vuelve a lo suyo: la plata en plazo fijo. Los fondos que estaban en el Banco Nación con dos años de antigüedad.
—Inmovilicemos ese fondo, dejémoslos quietos —fue lo que se pensó.
Pero en el estado que estaba el municipio, dejarlos quietos era casi la regla del mal administrador, relata.
—Ponerlos a plazo fijo para que se puedan... —dice, y no termina la frase, pero todos entienden: para que no se pierdan con la inflación, para que rindan algo mientras se negocia qué hacer con ese dinero que no se puede tocar porque viene de un programa que el gobierno de Macri quería tirar por la borda.
—Esos miles de millones… esa plata se invirtió, se gastó en ese momento. ¿Para qué traerlo actualizado, para que la prensa escuche que eran muchos millones? El municipio maneja hoy un presupuesto de casi doscientos mil millones. Esos montos no son montos extraordinarios.
Hay un momento en que Gennuso parece olvidarse de dónde está.
Y cuando nos fuimos —dice con algo parecido al orgullo—, lo que se utilizaba en sueldo era menos del sesenta por ciento de los ingresos. Un municipio que cuando caían dos gotas de agua entraba en crisis. A nosotros nos cayó una pandemia y la sostuvimos y pudimos pagar todas las cuentas, pagamos los sueldos, no dejamos de pagar un sueldo en toda la pandemia.
Pero después regresa al asunto que parece mortificarlo más que la acusación misma.
—Todo esto está fuera de contexto, enjuiciando a otro intendente, otro municipio, se habla siempre de otras épocas, no se habla de mi gestión.
Y luego dice algo que suena sincero, casi ingenuo:
—Eso desalienta a gente que quiera entrar a la política. A mí me preocupa porque mi mensaje es que cuanto más gente haga política, mejor va a funcionar la democracia.
Su abogado le pregunta cuándo se enteró formalmente de la causa.
—Febrero de 2024 —responde—. Me llamó mucho la atención. Porque si esta causa venía del 2018, si había un montón de imputados, por qué a mí me imputan después que dejo la gestión. ¿Por qué no me imputanron antes?, pregunta, y queda un silencio en el aire.
Nadie va a responder.
El fiscal no tiene preguntas tampoco.
—Mañana aprovecharemos la jornada para decir lo que tengamos que decir.
Y entonces Gennuso termina de hablar, después un rato de contextos, de Valeria Suárez y sus hijos, de camiones de basura y pandemias, de plazos fijos y ordenanzas de emergencia, de novecientas familias que ya tienen sus casas, y de un Estado que cumplió con lo que prometió. Eso fue lo que dijo Gennuso.
Y luego se fue.