martes 18 de noviembre de 2025 - Edición Nº278

El Bardo de Siempre | 18 nov 2025

ENCUENTRE LAS 15 MIL DIFERENCIAS

(Video) Neuquén echó a los Ferraris: en Bariloche nadie hizo nada

20:05 |Un auto volcado a 200 km/h, dos heridos graves y una provincia que decidió que las reglas se cumplen para todos. Mientras tanto, en Bariloche dejaron que hicieran lo que quisieran. Allá hicieron multas (entérate a quién), hicieron advertencias, hasta que los echaron por incumplir la ley y poner en riesgo a sus ciudadanos. En Bariloche no fue tragedia de casualidad. "En nuestra provincia sí se tienen que respetar las cosas", sentenció Luciana Ortiz Luna, funcionaria de Neuquén. Como si hiciera falta aclararlo.


Por: Bache3000

Dos internados graves, multas por adelantamientos prohibidos y una provincia que decidió echarlos a todos con custodia policial. Neuquén mostró cómo se hace cumplir la ley. En Bariloche, mientras tanto, nadie hizo nada.

Uno pensaría que tipos con tanta plata tendrían, al menos, un poco de sentido común. Pero no: este martes el Ferrari Cavalcade Aventura —ese evento donde millonarios pasean sus juguetes italianos por el mundo como si fueran a comprar el pan— terminó de la peor manera posible en la Patagonia. Un auto volcado a 200 kilómetros por hora, dos heridos graves —uno con traumatismo de cráneo y pérdida de conocimiento, otro con descompensación cardiovascular—, y las autoridades de Neuquén echándolos a todos de la provincia con custodia policial. Así nomás: afuera, váyanse, acá no juegan más.

La historia es simple y brutal. Cincuenta Ferraris recorriendo la ruta de los Siete Lagos entre San Martín de los Andes y Bariloche, velocidades demenciales, adelantamientos en curva, semáforos en rojo ignorados, doble línea amarilla como si fuera una sugerencia decorativa. La policía de Neuquén los siguió desde la mañana, les labró multas, les advirtió que aflojaran. Nada. Quince minutos antes del vuelco, las autoridades decidieron suspender el evento. Demasiado tarde: cuatro Ferraris se separaron del pelotón, aceleraron hasta los 200 kilómetros por hora, y uno perdió el control. El resultado está a la vista: un auto destrozado, dos personas de 66 y 68 años internadas, y una provincia entera diciendo basta.

Luciana Ortiz Luna, secretaria de Emergencias y Gestión de Riesgos de Neuquén, no anduvo con eufemismos. "Se portaron horrible durante toda la competencia", dijo en TN. "Hubo que sancionarlos, se le labraron multas, se le advirtió a la organización que esto no se iba a seguir permitiendo". Y cuando el desastre ocurrió, la orden fue clara: ni una sola Ferrari se mueve dentro de Neuquén salvo con estricto control policial. Los escoltaron hasta el límite con Río Negro y les dijeron que no volvieran. "En nuestra provincia sí se tienen que respetar las cosas", sentenció Luna. Como si hiciera falta aclararlo.

Habría que preguntarse qué quiso decir con eso de "en nuestra provincia". Porque la frase tiene un destinatario bastante evidente: Bariloche, donde el Cavalcade también circuló y donde, según cientos de mensajes que llegaron a Bache3000, pasó exactamente lo mismo. Exceso de velocidad, adelantamientos con doble línea amarilla, semáforos en rojo, maniobras temerarias que obligaban a los autos que venían de frente a tirarse a la banquina para no chocar. Todo documentado, todo denunciado, todo ignorado. Nadie hizo nada. Ninguna multa, ninguna advertencia, ninguna suspensión. Los Ferraris siguieron su camino como si nada, y recién cuando llegaron a Neuquén alguien decidió que las reglas también aplicaban para los ricos.

Entre los multados en el recorrido figuraba Alejandro Guillermo Roemmers (asi lo informó Radio Con Vos Patagonia), heredero del laboratorio Roemmers, empresario, escritor —publicó varios libros de poesía y reflexiones—, mecenas cultural y habitué de estos eventos de lujo exclusivo. Roemmers fue sancionado por hacer un adelantamiento en curva, una maniobra expresamente prohibida. Para colmo, el Ferrari que manejaba ni siquiera era suyo: según la documentación pertenecía a Luis Pérez Companc, presidente de Molinos Río de La Plata y piloto de automovilismo. Uno conduce, el otro pone el auto, y entre los dos armaron parte del desastre.

Roemmers venía de unos meses relativamente tranquilos. Pero la multa del Cavalcade lo puso otra vez en los titulares, ahora en medio de un episodio que terminó con heridos graves y una provincia diciendo basta mientras la otra miraba para otro lado.

Ortiz Luna lo dijo claro durante la entrevista: "Gente con mucho poder adquisitivo, una multa no les hace mella". Tiene razón. Tipos que manejan autos de trescientos mil dólares no se inmutan por una multa de unos miles de pesos. Por eso Neuquén no se quedó en las multas: suspendió todo, los escoltó hasta la frontera provincial, y les dejó claro que no volvieran. "Acá se cumple la ley", fue el mensaje. Simple, directo, efectivo.

Habría que preguntarse por qué en Bariloche no se cumplió. Por qué nadie los paró cuando pasaban semáforos en rojo. Por qué nadie los multó cuando adelantaban en curva. Por qué no hubo controles de alcholemia a la salida de la cervecería de circuito chico. Por qué nadie suspendió el evento cuando ya había cientos de denuncias documentando el peligro. Neuquén mostró cómo se hace: no importa cuán grande sea tu billetera, las reglas se cumplen como todos los demás. Bariloche, en cambio, mostró otra cosa. Mostró que acá, a veces, la plata todavía compra impunidad.

Los videos circulan por todos lados. Ferraris adelantando en curva, casi chocando de frente con móviles policiales, esquivando ciclistas, obligando a otros autos a salirse de la ruta. Una zona turística hermosa, llena de gente caminando, familias paseando, ciclistas disfrutando del paisaje. Y en medio de todo eso, cincuenta millonarios jugando a las carreras como si la ruta fuera Monza y el resto del mundo no existiera.

El Ferrari Cavalcade trae plata, es verdad. Llena hoteles, mueve restaurantes, hace circular dinero. Pero cuando ese dinero viene con irresponsabilidad, cuando el lujo se transforma en peligro, alguien tiene que decidir. Neuquén decidió. Bariloche no. Y esa diferencia dice todo lo que hay que saber sobre quién manda en cada lugar y qué se respeta.

La Patagonia sigue ahí, mientras tanto. El paisaje no se impresiona con los Ferraris rojos. Las montañas no se mueven porque pase un millonario a toda velocidad. Y el asfalto, ese asfalto que ellos usaron como pista privada, sigue siendo el mismo: duro, implacable, indiferente a los apellidos ilustres y a las cuentas bancarias con demasiados ceros. La diferencia es que en Neuquén eso se entiende. En Bariloche, parece que todavía no.

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