Por: Por Ing. Nicolás Brunori, Arq. Luciana Comesaña, Ing. Juan del Valle
Durante el año 2025, en Bariloche volvemos a enfrentar una realidad dolorosa: seis personas murieron en siniestros viales en los que el exceso de velocidad o la velocidad inadecuada estuvieron presentes, entre otros factores. Seis muertes evitables, seis familias atravesadas por una tragedia que no debería formar parte del funcionamiento cotidiano de una ciudad.
La evidencia es contundente y no admite matices: la velocidad es el factor que más determina no sólo la probabilidad sino también la gravedad de siniestro vial, especialmente cuando las víctimas son peatones, ciclistas o motociclistas. Unos pocos kilómetros por hora de más reducen el tiempo de reacción, multiplican la energía del impacto y convierten lo que pudo ser un incidente leve en una pérdida irreversible.
Historias que la ciudad no debería repetir
Los hechos fatales ocurridos este año no son excepciones, sino parte de un patrón ya imposible de ignorar. No son números, son personas, cada una con una historia, una familia, amigos y seres queridos a los que hoy les faltan.

15 de enero. Thiago, un niño de El Frutillar, volvía en bicicleta a su casa cuando fue embestido por un adolescente de 16 años que conducía una moto. Ocurrió a metros de su hogar.
7 de febrero. Un hombre de 90 años, vecino del Centro Cívico, fue atropellado mientras caminaba a pocos metros de su casa.
24 de abril. Guillermo Hiebaum cruzaba la Avenida San Martín al 100 cuando fue impactado por el conductor al mando de un automóvil. Murió días después por un traumatismo encefalocraneano.
17 de mayo. Sergio Massaro fue atropellado en Peulla y Herman. El conductor huyó. La víctima murió a causa de una lesión encefálica.
19 de noviembre. Vidalia Méndez, de 79 años, fue embestida mientras cruzaba caminando por la senda peatonal por el conductor de una Ford Ecosport que realizaba una maniobra de giro en Gallardo y Rivadavia, en plena tormenta. Falleció en el lugar.
30 de noviembre. Aucán Maliqueo, de 23 años, iba en su moto y murió tras ser chocado por el conductor de una camioneta Toyota Hilux en la intersección de Río Minero y Avenida Bustillo.
Bariloche volvió a mostrar un patrón que se repite con demasiada frecuencia. Historias distintas, edades distintas, momentos distintos…pero todas atraviesan la misma dinámica estructural: velocidades incompatibles con la vida humana en contextos urbanos.
No estamos ante rutas de alta velocidad ni maniobras extraordinarias. Estamos ante situaciones cotidianas, en barrios, avenidas y zonas que cualquiera de nosotros recorre a diario. Peatones, ciclistas y motociclistas: los usuarios más vulnerables, enfrentan la asimetría total entre su fragilidad y la potencia de un vehículo que circula apenas por encima de lo prudente.
En varios casos, las víctimas estaban a metros de sus casas. Esa estadística, repetida a nivel global, vuelve a verificarse aquí: el mayor riesgo no está lejos, está en el propio barrio.
Y lo más grave: nada indica que estas historias vayan a detenerse si la ciudad continúa permitiendo velocidades urbanas que no perdonan errores, que hacen imposible ver al resto de las personas usuarias de las calles y frenar a tiempo y que vuelven letales maniobras habituales como un giro o un sobrepaso.
En Bariloche, cada dos meses muere una persona en un siniestro vial. Centro, Sur, Oeste: la geografía no modifica el riesgo. El crimen vial no discrimina. En 2024 se demostró que es posible reducir muchísimo la cantidad de víctimas y no estamos tan lejos de llegar a pasar un año sin muertes viales en la ciudad.

En 2025 ya fallecieron atropellados 4 peatones, la cifra más alta desde 2013. Este año las 6 víctimas fatales fueron usuarios vulnerables (peatones, ciclistas y motociclistas) para quienes su cuerpo es la principal protección frente a vehículos motorizados.
Los datos locales muestran que en el 83% de los hechos fatales la velocidad está presente, incluso cuando no se trata de velocidades extremas. No hace falta ir rápido: basta con ir por encima de la escala humana.image.png
¿Y cuál es la escala humana?
30 km/h en calles.
50 km/h en avenidas.
Estos límites no son una ocurrencia local: son el estándar internacional recomendado por la OMS y aplicado por ciudades de todo el mundo que lograron reducir drásticamente sus muertes viales.
Hoy Bariloche tiene sobre la mesa una herramienta concreta para salvar vidas: el proyecto de ordenanza 407/25 (enlace), que actualiza la normativa vigente y establece límites de velocidad acordes al entorno urbano actual.
El Concejo Municipal ya lo tiene en tratamiento pero su aprobación se demora. No se necesita más evidencia, ni más diagnósticos, ni esperar a que el próximo nombre se sume a la lista de víctimas. Este año ya tuvimos seis pruebas contundentes, dolorosas y evitables.
Reducir la velocidad no es un capricho técnico:
Es política de salud pública.
Es más seguridad para todos, y especialmente para los más vulnerables.
Es la medida más costo-efectiva para reducir muertes y lesiones graves.
Es la base para cualquier ciudad que se considere segura y humana.
Bariloche necesita dar un paso que muchas ciudades ya dieron. No se trata de incomodar a quienes manejan, sino de proteger la vida de todas y todos. La pregunta no es si podemos reducir la velocidad: es si estamos dispuestos a seguir aceptando muertes evitables por no hacerlo.
Nuestros concejales tienen hoy la oportunidad —y la responsabilidad— de aprobar la Ordenanza 407/25. La ciudadanía tiene el derecho de exigir una ciudad donde desplazarse no implique arriesgar la vida.
Seis muertes en un año son demasiado. Una sola ya lo es.
Es tiempo de poner la vida por encima de la velocidad.