Por: Roberto Díaz
Eric Guzmán no se imaginaba estar ahí. Lo dice con todas las letras. Estaba preparándose para viajar por el norte argentino, Salta, Jujuy, Tucumán, en camioneta, improvisado, como le gusta. Tiene 66 años y tenía otros planes. Entonces le dijeron que entrara a la cancha. "Faltan 10 minutos, tenés que entrar un ratito", le dijeron. Entró. Y ahora es el secretario de Turismo de Bariloche. Es nacido y criado en Bariloche, viene del sector privado, del sector turístico. Conoce la ciudad desde adentro, conoce la industria desde abajo: fue mozo cuando joven.
Hay expectativas en el sector empresario, claro.
Le pregunto si está contento o arrepentido. Arranca con una anécdota. Una vez pasó por Turismo de Provincia. Alguien lo saludó y le dijo: "No sé si felicitarte o darte pésame". Lo impactó. Era bastante más jovencito. Duró poco. Después participó en la administración de Robles Catedral. "Es como que parece que me tocan los desafíos fuertes", dice. Cuando era joven decía que eso era una silla caliente. "Y hoy me senté en la silla caliente", dice. "No me preguntaron mucho tampoco, pero bueno, si te llama el técnico y tenés que entrar, sacás la camiseta y entrás."
Y el técnico que llamó es Walter Cortés. Guzmán lo describe sin vueltas: "El intendente está loco". Lo dice como elogio, no como crítica. "Está loco porque no para", aclara. Un tipo que hace cuatro o cinco piscinas olímpicas no es normal. Por eso se permite pensar en grande. Por eso le puede pedir a Guzmán que abra el mercado chino. "Los encargos que tengo son casi violentísimos", confiesa. Cortés pone una zanahoria por delante, una máquina de tirar ideas y hacer. Se baja en Aeroparque y camina hasta el hotel hablando por teléfono de trabajo todo el tiempo. No descansa. "El resto tiene que bailar esa misma música alrededor", dice Guzmán. Y él está bailando.
Es barilochense de pura cepa, pero con una mezcla que lo define: gringo por el lado de la madre, santiagueño por el lado del padre. "Eric Guzmán es la síntesis perfecta", dice sobre esa mezcla de antepasados, y es cierto. Nació y se crió acá, recorrió el mundo trabajando en turismo. Sabe de lo que habla. Y tiene dos cosas claras que quiere hacer: nexo y estar a la altura.
Nexo. Esa es la palabra que repite. Conectar. Y estar a la altura, porque Bariloche es muy grande, es tremendo, es una marca poderosísima, dice. La gente quiere venir a Bariloche. Los embajadores quieren venir a Bariloche, piden entrevistarse con el intendente. El de Corea vino. El de Indonesia viene el 11 y pidió ver al intendente. Cuando se hace la última fecha del rally de coronación, 60 vehículos, todo el mundo quiere venir a Bariloche. "Es como el típico ejemplo: levanto la persiana y vienen los clientes, yo no hice nada", dice. Pero eso que parece fácil también lo convierte en difícil. Porque después hay que estar a la altura.
Por eso cuando dice que el servicio en Bariloche se tiene mejorar el valor de la cadena, uno presta atención. Guzman apunta al servicio. "A veces es bueno y la mayoría de las veces no es bueno", dice. No endulza nada. Habla de mozos que miran para todos lados menos donde está el cliente. "Acá el único que cumplió con su trabajo es Dios", dice. "El marco que tenemos es impresionante, pero el valor agregado nos está faltando."
El mandato del intendente es claro: abrir más mercados, entre ellos el mercado chino. "Hay que abrir el mercado a China", dice Guzmán. Pero es prudente. Ya estuvo trabajando en esto desde Relaciones Institucionales, contactó al bolsero más importante de venta de pasajes entre Argentina y China. Le explicaron que los chinos salen tres días de viaje, el traslado desde China les lleva un día y otro día para volver. Les quedan poco tiempo. Hacen Buenos Aires, bajan al sur, cruzan a Chile, vuelven a Buenos Aires y se van. A veces ni siquiera duermen en Buenos Aires. Por eso el intendente convocó al secretario de Turismo de Puerto Montt y Osorno, para armar un corredor. Si eso funciona, los chinos podrían pernoctar en Bariloche. Una noche, máximo. "No son de quedarse mucho", dice Guzmán.
También habla de Corea. El embajador coreano vino hace poco, pasó por INVAP y le dio tips. La seguridad es importantísima para ellos, dijo. No solo policías. Seguridad de información. Que cuando bajen del avión ya sepan dónde están las emergencias, dónde llamar. La barrera idiomática los hace sentir inseguros. "El argentino es muy cálido, las fuerzas de seguridad son muy amables", dijo el embajador. Pero hay que darles protocolos claros. Guzmán, que trabajó con turismo en el exterior, entiende estas cosas. Sabe que no es lo mismo un turista chino que uno coreano. "Nosotros cometemos el error, pero son bien distintos", dice.
Antes de él, hubo otro secretario. Le digo que el vínculo con el sector empresario es una de las tareas a mejorar, que hay expectaivas. Los empresarios no querían a Herrero. Lo dijeron públicamente. Guzmán responde con prudencia. Notó apoyo, notó ayuda. Le pidieron reuniones que todavía no pudo cumplir. Fue solo a EMPROTOUR. Es fin de año, se juntan las cosas. Pero tiene un mensaje claro: hay que poner de ambas partes. "No es una parte que tiene que cambiar", dice. El objetivo es el mismo. Los empresarios invierten dinero, invierten tiempo. Algunos trabajan gratuitamente hace años (en las cámaras). Es un cargo, como antes eran los cargos políticos. "Venías acá a dar y no a llevar", dice. Él también está haciendo eso, dice. A los 66 años, cuando se estaba retirando, pone un granito de arena. Pequeño, mínimo, dice.
Hay que seguir con lo programado. El festejo navideño que no organizó él pero que está funcionando excelentemente bien. El motocross. Otras carreras deportivas. Eventos en el Centro Cívico, que es la cara de presentación de la ciudad. En enero viene la Feria Internacional de Turismo en Madrid, la más importante, y hay que estar presente. Son compromisos asumidos. Hay cosas firmadas. Algunas se pueden cambiar, otras no. Guzmán no viene a inventar el agua caliente. Viene a hacer nexo. A conectar. Esa es la palabra que repite.
Cuenta que había un Bariloche viejo que era distinto. Él lo vio. Lo vivió. El turista preguntaba algo y le decían "venga por acá, vea aquello, pase cuando llegue de vuelta". Te quedabas ese minuto más con él. "Es una cosa que no se olvida", dice. Ahora no pasa. En Buenos Aires, por ejemplo, preguntás dónde queda una calle en Buenos Aires y te miran mal. "Está bien, estarán cansados porque 70 mil personas le preguntan al diario dónde es. Pero eso se siente."
Señala: no es solo dar trabajo a la gente de Bariloche. Hay que estar a la altura. Hay que atender bien. Porque cuando alguien te dice dos, tres veces una cosa de manera muy amable, te sorprende. Guzmán fue mozo en su juventud. Sabe de qué habla. Tenés que estar mirando a ver cuándo te van a llamar. "Es una estupidez, pero no lo es."
Lo inmediato está claro. Hay que seguir con lo programado: el festejo navideño, el motocross, las carreras deportivas, los eventos en el Centro Cívico que es la cara de la ciudad. En enero viene la Feria Internacional de Turismo en Madrid, la más importante, y Bariloche tiene que estar presente. Son compromisos asumidos. Hay cosas firmadas. Guzmán no viene a romper nada, viene a hacer nexo. A conectar. Esa es la palabra que repite. Conectar al sector empresario con el municipio, conectar a Bariloche con nuevos mercados, conectar al turista con un servicio que esté a la altura del paisaje.
Guzmán está empezando a reconocer el territorio, a mapear lo que pasa en la ciudad más allá de las oficinas del municipio. Ya dio una primer entrevista con un medio que suele criticar al gobierno municipal. Y eso es un cambio.
Dos meses atrás, jura por sus hijos, era imposible que estuviera sentado ahí. Imposible. No había ninguna posibilidad. Y un día le dijeron que tenía que estar ahí. "Por ahí no supe decir que no, no me preguntaron mucho." Se ríe. Agarra la silla caliente. Dice nexo. Piensa en China, en Corea, en Chile, en el corredor binacional, en el servicio, en los mozos, en el Bariloche que fue y el que podría ser.
Tiene 66 años y se estaba retirando. Pero aceptó. Porque cuando el técnico llama, sacás la camiseta y entrás.