Por: Bache3000
La historia tiene tintes de urgencia y oportunidad. El Tren de Desarrollo Social Raúl Scalabrini Ortiz, un vagón cultural que traía la Biblioteca Nacional Mariano Moreno bajo la coordinación de la licenciada Flavia Alguero, recorría distintos barrios buscando dónde instalar una biblioteca popular. Pichi, con su quincho en construcción y la inquietud del entonces intendente Omar Goye sobre qué necesitaba el barrio, ofreció el espacio. A la gente de Nación le gustó la propuesta. En una noche pintaron las paredes y al día siguiente inauguraron.
En ese momento, Nahuel Hue era un barrio muy diferente al actual. Unos 800 habitantes, apenas tres manzanas con servicios de gas y agua, y muchos vecinos que debían pedir agua prestada o tender mangueras desde la biblioteca. No había espacios comunitarios, así que desde el primer día la biblioteca se usó "para todo", como recuerda Pichi con la naturalidad de quien entiende que una institución popular es ante todo un lugar de encuentro y contención.

El trabajo social que se desplegó desde ese rincón del barrio fue, en palabras de su referente, "tremendo". Durante la pandemia, las puertas abiertas de la biblioteca funcionaron como punto de distribución de ollas populares y un refugo para quienes más lo necesitaban. Pero uno de los logros que Pichi destaca con particular orgullo es haber conseguido, tras gestiones con el entonces senador Miguel Ángel Pichetto, la instalación de gas natural en el barrio. "La leña no alcanzaba, era muy cara", explica sobre la motivación del proyecto que hoy permite que cada familia tenga el medidor en su vereda.
Hoy, con el barrio multiplicado por tres en cantidad de habitantes, la biblioteca mantiene su espíritu de puertas abiertas. Funciona oficialmente de 8 a 18 horas, pero como Pichi vive al lado, no es extraño que un domingo llegue un estudiante pidiendo abrir para preparar un examen. Computadoras, fotocopias, espacio para leer o hacer tareas: todo está disponible para quien lo necesite.

El compromiso de Pichi con la comunidad no se detiene en las paredes de la biblioteca. Cuatro veces al año organiza viajes a la línea sur llevando mercadería y colaborando con comunidades rurales. "Trabajamos con la gente vulnerable, con todo lo que podamos hacer", resume sobre una tarea que define como parte del "espíritu solidario" que caracteriza el espacio.
En tiempos donde la tecnología parece haber relegado los libros a un segundo plano, la Biblioteca Néstor Kirchner demuestra que su vigencia está en ser algo más que un depósito de papel impreso. Los adultos siguen yendo a buscar libros, los estudiantes necesitan las computadoras para sus trabajos, y el barrio sabe que hay un lugar al que puede recurrir cuando hace falta. "La biblioteca ya anda sola", dice Pichi, no con resignación sino con satisfacción, reconociendo que después de 13 años, la comunidad se apropió definitivamente del espacio que aquel diciembre de 2012 se inauguró en una noche de pintura urgente.