sábado 29 de marzo de 2025 - Edición Nº44

Yo no lo voté | 20 mar 2025

ANÁLISIS

"¿Qué hacés acá? Te dije que no vinieras"

Por la ventana de su despacho municipal, Walter Cortés mira las cumbres nevadas que sostienen su ciudad. Desde allí el Cerro Catedral parece un coloso sereno, ajeno a las tempestades que se desatan entre los hombres que pretenden administrarlo. En ese dilema, es que el intendente Walter Cortés definirá el futuro de Sergio Herrero.


Por: Bache3000

Hay un fantasma que recorre los pasillos del edificio municipal de Bariloche. No tiene cadenas, ni es transparente, pero todos lo reconocen. Se llama Sergio Herrero, Secretario de Turismo, y posee el extraordinario don de estar presente aun cuando ya nadie lo quiere allí. Ni los empresarios que deberían ser sus aliados, ni los concejales que deberían ser sus interlocutores, ni siquiera —y esto es lo más notable— el intendente que alguna vez lo nombró.

La escena que el pasado lunes protagonizó el intendente Walter Cortés condensa todo el dramatismo shakesperiano de la política cordillerana: de pie, frente a la atenta mirada del gobernador Alberto Weretilneck, del secretario nacional Daniel Scioli y de una docena de testigos entre concejales y funcionarios, el jefe comunal señaló a Herrero con un dedo acusador:

"¿Qué hacés acá? Te dije que no vinieras".

No era una escena improvisada. Era el acto final de una obra que había comenzado meses atrás, cuando los empresarios turísticos —los ladrillos que perduran siempre en el tiempo, en una ciudad que vive del paisaje— comenzaron a quejarse del secretario que debía representarlos. "No nos atiende", "no dialoga", "desconoce el sector". Las acusaciones llegaron primero en susurros, luego en declaraciones a los medios, finalmente en audiencias formales con el gobernador y el propio intendente.

Cortés lo sabía cuando organizó el acto en el Centro Cívico. Sabía que su día sería un desastre, pero quizás no imaginó las dimensiones del naufragio. Weretilneck, ese gobernador con aire de maestro severo, se negó a retratarse junto a él. La hormigonera municipal, envuelta en denuncias de corrupción, fue inaugurada sin la bendición provincial. Y para completar la jornada aciaga, los mismos concejales que Cortés había asegurado tener "en el bolsillo" —según confesó imprudentemente a los Trappa, los poderosos concesionarios del Cerro Catedral— votaban en ese preciso instante una interpelación contra él y su secretario por "la falta de políticas turísticas".

Había algo de vendetta siciliana en el ambiente.

El intendente había apostado demasiado alto. Durante las semanas previas, sus emisarios habían filtrado en oficinas nacionales que "lo del Cerro" era "un negocio de Weretilneck", que él podía hacerlo mejor. También había mentido sobre un supuesto incumplimiento de CAPSA, afirmando que no habían construido un gimnasio comprometido. La mentira, como suele ocurrir en política, tuvo patas breves: funcionarios nacionales verificaron en el acto que el gimnasio existía.

La política, ese juego en el que las palabras valen más que los documentos oficiales, se cobró su precio. De los once concejales convocados, sólo cuatro confirmaron su presencia para la firma de un acta que, según confiesan ahora los protagonistas, "no servía para nada". Un papel sin valor jurídico pero con el peso simbólico que los rituales vacíos tienen en la administración pública.

Ahora Cortés medita frente a un dilema sin solución: si despide a Herrero, confirmará que actúa bajo presión ajena; si lo mantiene, demostrará que un subalterno puede conducirlo a él y hacerle pagar costos políticos inasumibles. En ambos casos perderá. Los políticos experimentados saben que hay situaciones en las que cualquier movimiento confirma la debilidad.

Mientras tanto, en las calles de Bariloche, donde el turismo es el pan y el agua, los ciudadanos observan con perplejidad cómo sus representantes se enredan en un teatro de sombras cuyo argumento parece más cercano a las intrigas palaciegas que a la gestión de una ciudad que vive de mostrar sus bellezas al mundo.

El problema de Cortés ya no es si debe echar o no a Herrero. Su verdadero problema es que, haga lo que haga, ya ha revelado que el cetro del poder municipal tiembla en sus manos. Y en política, como en ajedrez, cuando el rey se debilita, cualquier pieza menor puede darle jaque.

En las montañas, dicen los barilochenses más viejos, las tormentas más violentas son aquellas que se forman cuando nadie las espera.

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