

Por: Bache3000
$1.612,73. Un número que no es un número, sino una sentencia. Una condena escrita con números fríos que trazan la geografía del desastre. Entre diciembre de 2023 y noviembre de 2024, el precio del boleto se multiplicó por siete, como si fuera una apuesta delirante contra la supervivencia.
Un trabajador gastronómico. Un docente. Un empleado de comercio. No son estadísticas, son personas. Personas a las que cada mañana les roban un poco más de su jornada. En febrero, un trabajador gastronómico destinaba 1,3 días de trabajo para moverse. Ahora son 2,7. Los docentes pasaron de 1 a 2,2 días. Los empleados de comercio, de 1 a 2. Cada día robado es un fragmento de vida que se desvanece.
"En febrero de 2024, el costo de la tarifa del TUP representaba el 4,37% del salario del sector gastronómico. Sin embargo, este porcentaje aumentó al 9,12%", reza el informe de Polidata.
La inflación, ese monstruo burocrático, marca 119%. El transporte urbano la pulveriza con un 706%. No son números, son cicatrices. Heridas abiertas en el cuerpo de una ciudad que resiste los ambates económicos. Y todo, sin políticas de fondo, más que incrementar los subsidios. Es decir, se gasta más desde el Estado, el boleto sigue subiendo, y el sistema no mejora.
Bariloche. Segunda tarifa más cara del país. Solo superada por Pinamar, ese reducto de privilegio donde la realidad es otra postal. En Río Negro, corona indiscutible del absurdo tarifario. Los subsidios desaparecieron como por arte de magia burocrática, dejando un rastro de desolación.
Y eso no es todo. El informe de de Poli-Data, señala que además somos la ciudad más cara de la provincia. "Al comparar las tarifas del TUP con otras ciudades rionegrinas, se concluye que el pasaje en Bariloche es el más caro de la provincia. Mientras que en Cipoletti el boleto ronda los $1.510, en General Roca $1.300, en San Antonio Oeste $1.000 y en Viedma $980, en Bariloche el valor asciende a $1.612,73".
Cada boleto es un fragmento de conversación. Cada viaje, un susurro de resistencia. La ciudad se mueve, pero a un costo que erosiona la posibilidad misma de existir.
Moverse. Ese verbo que alguna vez significó libertad, hoy es un lujo. Un privilegio medido en días de trabajo, en sudor, en la capacidad de seguir resistiendo.
El viaje continúa. Aunque cada vez sea más cuesta arriba.