

Por: Bache3000
El operativo, ejecutado con la sutileza de un mítico rompiendo caños de agua, comenzó un viernes por sorpresa. Sin mediar consulta, sin consenso, una empresa de telecom (presuntamente Telecom) irrumpió en un área verde del barrio para iniciar la construcción de una infraestructura que promete ser más controversial que un asado con cubiertos de plástico.
Un vecino, cuya identidad se mantiene en reserva, pero cuya indignación es tan transparente como agua de montaña, relató los detalles de este presunto "negociado" que huele más a negocio turbio que a transparencia municipal.
"Vinieron de la noche a la mañana", cuenta el protagonista, "pusieron un pilar, abrieron un pozo, todo sin consultar a nadie". La descripción suena más a una invasión relámpago que a un proceso administrativo regular.
Lo más llamativo: cuentan con un permiso municipal que parece sacado de una comedia. El documento contiene errores tan básicos que rozarían lo cómico si no fuera por la seriedad del asunto. Por ejemplo, ubican la intersección en calles que ni siquiera se cruzan: Halley y Fader, dos vías paralelas que solo se encontrarían en el reino de la geometría imaginaria.
La instalación no solo genera ruido administrativo, sino que levanta serias sospechas sobre los verdaderos intereses tras el proyecto. La zona donde pretenden emplazar la antena está estratégicamente rodeada de instituciones sensibles: dos escuelas y un club deportivo, lo que multiplica la preocupación vecinal.
Los argumentos de los residentes van más allá de lo procedimental. Cuestionan la ausencia de un estudio de impacto ambiental y los potenciales riesgos para la salud asociados a las ondas electromagnéticas del 5G, ese fantasma tecnológico que genera más teorías que certezas.
La comunidad no se queda de brazos cruzados. Ya han reunido aproximadamente 80 firmas y están preparados para una resistencia que promete ser más épica que las mejores películas de David contra Goliat.
"Mañana van a intentar hormigonar, pero no lo vamos a permitir", sentencia el vocero vecinal con la determinación de quien sabe que está defendiendo algo más que un simple terreno: su derecho a ser consultado, a participar, a decidir sobre su propio entorno.
Interrogantes sin Respuesta
¿Cuánto dinero está recibiendo realmente la municipalidad por estos permisos? ¿Existe un verdadero estudio que garantice la seguridad de esta instalación? ¿Por qué la urgencia de instalar una antena sin el más mínimo consenso comunitario? Las preguntas sobran, las respuestas brillan por su ausencia.
Este caso, en Playa Bonita no es más que un síntoma de un problema más grande: la creciente tensión entre el desarrollo tecnológico y los derechos comunitarios. Una disputa donde la ciudadanía demuestra que no está dispuesta a ser un mero espectador pasivo. La antena 5G puede ser solo un poste de metal, pero representa mucho más: es el símbolo de una lucha por la participación ciudadana, por la transparencia administrativa y por el derecho a decidir sobre el propio territorio.
El conflicto continúa, y los vecinos están listos.