Por: Bache3000
Las malas lenguas dicen que fue a intentar un pacto con La Libertad Avanza de Buenos Aires. Las buenas, lo confirman.
Se fue exactamente un día después de las elecciones. Un día después de ese tercer lugar que nadie en Juntos Somos Río Negro esperaba, o al menos nadie quería admitir que esperaba. Un tercer lugar que dejó a todos mirándose las caras, buscando culpables, repartiendo responsabilidades como quien reparte cartas marcadas en una mesa donde todos saben que alguien hizo trampa pero nadie quiere decir quién.
Este es el viaje número 66 del intendente en menos de dos años de gestión. Sesenta y seis veces que Cortés se ausentó de la ciudad, sesenta y seis resoluciones como esta, con sus considerandos y sus articulados, mientras Bariloche sigue esperando que alguien se quede a gobernarla de verdad.
Altas fuentes de Juntos, esas altas fuentes que siempre existen cuando hay que tirar la piedra sin que se vea de dónde viene, le dijeron a Bache3000 que están enojados. Muy enojados. Que Cortés no aportó los votos que había prometido. Que se acuerdan perfectamente de aquella frase que el intendente soltó con la seguridad de quien tiene el territorio controlado, la frase que ahora suena a burla o a error de cálculo: "El Alto está conmigo". Y bueno, resulta que el Alto no estuvo, dicen ahora con ese tono de te lo dije que usan los políticos cuando pierden. Juntos sacó la misma cantidad de votos que saca históricamente en Bariloche, nada más y nada menos, y con el plus del intendente, con ese empuje territorial que se suponía iba a traer, se hubiera podido hasta ganar, insisten.
Pero hay más. Porque cuando se pierde siempre hay más. Lo acusan también de haber distorsionado el clima electoral con aquella idea del referéndum, esa consulta popular que Cortés inventó casi de la nada, como quien se inventa una fiesta y después se enoja porque nadie fue. Y lo acusan de haber dejado de trabajar para la campaña provincial cuando la justicia empezó a dar señales de que no iba a darle lugar a la realización del dichoso referéndum. Como si hubiera agarrado la pelota y se hubiera ido a su casa porque no le dejaron jugar con sus reglas.
El jueves antes del domingo, cuentan, hubo un llamado. Una de las espadas del gobernador Weretilneck levantó el teléfono y le aseguró a Cortés que Juntos podría ganar. Que todavía había tiempo, que había que meter todo. En ese momento el intendente mandó a su gente a trabajar, ya muy tarde, dicen, con todo el ruido interno que tiene hoy la municipalidad, con toda la gestión hecha pedazos. Evidentemente no alcanzó.
Juntos ganó en Viedma, incluso con la pelea de fondo que tiene Weretilneck con Pedro Pesatti. Ganó en casi toda la provincia, por poco, con márgenes chicos pero ganó. Perdió por poco Cipolletti. Y perdió en Bariloche, donde quedó relegado a ese tercer lugar que duele, obteniendo menos votos que la sumatoria de los dos espacios que le ganaron. Y de ahí los pases de factura, las acusaciones cruzadas, ese ping pong de culpas que es lo único que queda cuando se pierde.
Porque Cortés también tiene facturas que cobrar. El oficialismo provincial no acompañó su fiesta democrática del referéndum, esa consulta que él se inventó solo, para él, con sus temas. Y si bien era una invitación a una fiesta que nadie más quería, para Cortés fue una traición. Esa palabra usó, traición, que es una palabra grande, de esas que no se olvidan fácil.
Ahora se fue tres días. El viaje 66. A explorar nuevos contactos políticos, tal vez. Sabe que no hay más margen con Weretilneck. Y tampoco está dispuesto a cambiar para reconducir el municipio y su planta de funcionarios, esa planta altamente cuestionada por propios y ajenos, por los que están adentro y los que miran desde afuera con la misma cara de espanto.
Ese es Walter Cortés. Del otro lado está Alberto Weretilneck, uno de los dirigentes más importantes de los últimos veinte años de la política rionegrina. Que no es poco. Que es muchísimo, en realidad.
Y mientras tanto, Bariloche sigue acá, preguntándose qué va a pasar cuando vuelva.